23 de diciembre de 2007

"Credenciales, papeles y tarjetas navideñas"

Un refrán de mi tierra reza "Por qué no los guardabas cuando los tenías". También arrastramos los de mi patria, cual un sambenito de descrédito del todo injusto, fama inmerecida de tacaños y rácanos. Para los malpensados quiero aclarar que no soy catalán. Ni siquiera soy español, aunque estoy en ello, a la búsqueda y captura desesperada de "papeles". ¿Qué papeles? ¡Qué sé yo, papeles! Eso me dicen los polis cuando me paran por la calle, "¡Papeles!". Detesto esa palabra. Entraña un no sé qué mezquino y diabólico. Ahora que estudio idioma español con fruición y verdadero empeño, creo que lo más apropiado sería que los agentes de policía nos exigiesen a los pobres desgraciaditos como yo "¡Credenciales!" ."¡Señor, sus credenciales, por favor!" Tal vez así no sentiríamos que nuestra dignidad se ve pisoteada por los suelos cual un periódico de esos gratuitos que la gente arroja sin piedad.

Cuando contemplo esos periódicos tirados por las aceras y bocas de metro, cuando observo que los transeúntes los tratan sin ningún respeto y con cierta violencia despiadada, no quiero ni imaginar que serían capaces de hacer conmigo llegado el caso, porque en mi país sólo hay un periódico "La opinión verdadera" se llama y nadie se permite el desprecio de tirarlo a la rúa, primero, porque es el periódico estatal que refiere las directrices políticas, sociales y económicas del gobierno y segundo, porque sus páginas se utilizan y sirven para los menesteres más insospechados. Mi madre, por ejemplo, lo usa para tapar las cacerolas y sartenes mientras guisa y para envolver los alimentos. Mi padre me pide que se lo lea y relea a toda la familia, ya que sólo sabemos leer y escribir mi hermano pequeño y yo. Todos los demás son analfabetos. Lo cierto es que teniéndonos a nosotros no les hace falta aprender nada. No es como aquí que la gente no se tiene la una a la otra, sino que he observado que cada quien "va a su pura bola". Eso dicen. He buscado en el diccionario español-senegalés el verbo "ir a su pura bola" y no viene su significado por ninguna parte, pero un amigo me ha explicado que viene a significar que todos aqui son más tacaños y rácanos que los de mi país, porque nuestra avaricia arranca de la pobreza más extrema. Cómo no tenemos nada de nada, nada podemos dar y repartir. Pero la tacañería de estas gentes, que "van a su pura bola" es muy grave y lamentable, porque ellos nadan en la abundancia más escandalosa y perversa.

Ahora se avecinan las fiestas navideñas en este país que pide "papeles" en vez de "credenciales" y que no conoce el tratamiento de "Señor" y la cortesía del "Por favor". Voy a guardar unas tabletas de turrón que el capataz me ha obsequiado en la obra. La fecha de caducidad inscrita en cada tableta hace mención al año 2015. Creo que para entonces ya habré podido regresar a mi país, a mi aldea, con mi gente. Les diré cuando consiga regresar que no somos ni rácanos ni tacaños. Somos sencillamente, pobres. Rácanos y tacaños las gentes de Europa. Nadan en la abundancia, pero todo lo guardan como vulgares roedores.
_________________
"El eco siempre dice la última palabra"

21 de diciembre de 2007

Adolecer de adolescencia es un mal menor que se cura con la edad, la edad de la inocencia adulta. Inocencia que consiste en contemplar con estupor como los adolescentes adolecen de adolescencia sin ninguna inocencia.
_________________
"El eco siempre dice la última palabra"

20 de diciembre de 2007

"El esperpento de las propinas y el conejo"


El Señor Vicepresidente Económico del Esperpento Español asegura que "La gente se toma dos cafés y deja de propina un euro". ¿En qué galaxia vive este maromo del dispendio, este fulano inflacionista, este tío de la socarronería? Nos han llegado rumores que apuntan a que el tipo domina la cuinicultura y el punto interrogante que corona los preámbulos del sueño ministerial macroeconómico contiene una duda filosófica crucial y existencial paradójica y profunda, a saber, "¿Por qué criar conejo?". Las respuestas que este marqués sociolisto de la Nobleza Socialista se da a sí mismo antes de desnucarse sobre el libro "Tratado y cría de conejos en la Península Ibérica" son las siguientes:

Uno/ Mínima inversión a realizar. Lo que me ahorro en propinas lo invierto en la empresa familiar.

Dos/ La mano de obra en mis granjas cuiniculturales será familiar: la familia otea y supervisa como un nutrido y selecto grupo de inmigrantes africanos y sudamericanos se dedican a la cría intensiva del conejo en viveros cerrados clandestinos.

Dos/ El conejo tiene un ciclo reproductivo corto y una alta habilidad reproductiva.

Tres/ Consume productos no competitivos. Su tamaño en canal es de fácil transporte.

Cuatro/ Fuente de proteína de primera calidad.

Cinco/ Su fina carne blanca hace las delicias de los paladares españoles.

"El ahorro en propinas y la cría del conejo engordaran mis arcas vacías y rebosarán las llenas. Abriré las tesorerías de mi patrimonio personal para recibir euros a espuertas sin precisar de asistencia de claveros, porque soy más listo que el hambre y más feo que Rato, rato largo. No creo que Garci me de ningún papel en ninguna peli suya, ¡maldita falta que me hace!. Con la cría del conejo y el estilo japonés de impago de propinas seré el nuevo Rey Midas contemporáneo"!

17 de diciembre de 2007

"Divagando futbolísticamente, que es gerundio también"



¿Por qué los partidos de fútbol generan tan pocos goles? La media mundial se suele cifrar en dos coma cincuenta tantos por partido. Este es uno de los grandes arcanos del legendario y honorable juego del balompié.

“Papá, papá, ¿por qué Messi sólo marca uno o dos goles en un partido y yo soy capaz de chutar hasta cinco en los partidos de la liga escolar?”

“Porque Messi es sin duda uno de los mejores jugadores de todos los tiempos, pero tú llegarás a ser alguien excepcional en la vida, dentro y fuera del terreno de juego, dentro y fuera del campo de césped.¡Ya lo verás!” –Cuando los padres ponen tan altas esperanzas en sus hijos, no se engañan a sí mismos y a sus retoños. En realidad, no engañan a nadie. Forma parte de la propia ilusión de ser padre. ¡Y algunos padres no iban desencaminados! El padre de “El Pelusa” debió presentirlo como una premonición de voluntad divina y sobrenatural. Y el de Ronaldinho que no sobrevivió mucho para deleitarse con las victorias de su hijo por una prematura muerte. ¡Los infartos parricidas no son extraños cuando los hijos se tuvieron predestinados y elegidos para la gloria! No sabemos bien por qué el fútbol genera tan falsas expectativas en los padres. Alimenta la ilusión de la mayoría, y la decepción y el desencanto no hacen mella nunca porque el fútbol para bien o para mal presidirá todos los puntos de encuentro y desencuentro filiales. Hay padres e hijos que sólo son capaces de mantener una conversación de más de un minuto si ésta gira y versa sobre el fútbol. Conocí a un padre y a un hijo que se reconciliaron en el lecho de muerte del padre en el hospital, tras más de veinte años sin hablarse, ante el televisor que retransmitía la final entre Francia e Italia de la Copa Mundial de la FIFA. Perdieron los franceses y eso colmó de alegría a estos dos seres irreconciliables que pensaban diametralmente diferente. Pero el odio mutuo hacia lo franchute, disipó la ira enquistada.

Otro de los imponderables del fútbol es la alquimia del “Once”, que raya el descubrimiento de la panacea universal y de la piedra filosofal. Once son los jugadores. Once los kilómetros de media que se sudan en un partido. Once cuando menos las lesiones importantes a las que se enfrenta cualquier jugador, desde las roturas de meniscos a los desgarros musculares y ligamentos cruzados a lo largo de su vida deportiva. Once la temperatura en grados centígrados ideal que debe reinar en el campo para que los jugadores sientan que juegan en las mejores condiciones. El calor del público es importante, pero el cambio climático cobra nivel de catástrofe centrocampista si las inclemencias meteorológicas arrecian. Once amigos se reúnen en casa de uno de ellos para tomar unas cervezas ante el partido del fin de semana. Once, las matemáticas no fallan. Si aparecen por algún casual imprevisto amigos que no habían sido invitados o las novietas de alguno de ellos, las cosas pintan muy feas ese aciago día. Es la preciosa alquimia futbolera que muchas madres y novias no alcanzamos a vislumbrar:

“¡Mamá, mamá! ¿quién ha sido el mejor jugador de todos los tiempos?”

“No sé, hijo, pregúntaselo a tu padre que es el único que sabe sólo de estas cosas. Todo lo demás me lo puedes preguntar a mi.”

9 de diciembre de 2007

"Llámame"


Llámame, gesticulando voces inaudibles y ademanes ciegos para los demás, que sólo tú y yo entenderemos como un pacto secreto, como un llamado sagrado.

Llámame, invocándome en la noche, pidiendo auxilio con esos silencios tuyos que son un desgarrado grito de ausencia.

Llámame, convócame los días más insospechados, cítame a las horas más intempestivas.

Llámame por mi nombre de pila, omitiendo apellidos y otras nomenclaturas onerosas que cansan la memoria y propician el olvido.

Llámame, sin títulos pomposos ni calificativos denigrantes.

Llámame. Si estás cansado de luchar y el peso de tanta responsabilidad te abruma, te sucederé en el cargo y designaré una estirpe que te lleve en volandas a una nueva tierra, a una nueva isla, a un nuevo oasis de esperanza, de pasión.

Llámame, arrástrame a tu lado, inclíname como a un junco enamorado.

Llámame, te seguiré si buscas una estrella, un proyecto lejano e imposible, una quimera.

Llámame cuando no tengas cobertura, cuando te hayan cortado la línea por falta de pago, cuando todos piensan que telefonear es un acto fútil e inútil. Llámame a cobro revertido. Platicaremos largo y tendido y yo tampoco pagaré las facturas porque me solidarizo contigo hasta en las morosidades.

Llámame, que suenen las aldabas, los timbres y campanillas. Que se abran puertas y ventanas. Llámame, que las corrientes vapuleen y zarandeen como un reproche de viento y agua.

Llámame, que excite tu sed de sal, de mar.

Llámame, que siempre vendré.

Llámame porque yo te llamaré.
_________________
"El eco siempre dice la última palabra"

1 de diciembre de 2007

"A Joan Salvat Papasseit y a los escritores anónimos"



Sentía veneración por las tertulias literarias de antaño. Aquellas en las que la lectura de textos clásicos dejaban embelesados y sin habla a los parroquianos con el codo estribado sobre la barra del café, tomando cualquier cosa que les sirviese de pretexto para arrellanarse, guardar un silencio reverencial y escuchar a los escritores que allí se congregaban cada tarde, recitar versos o leer en voz alta fragmentos de prosa de autores insignes.

Sentía una veneración que confinaba con el miedo. El miedo a no llegar nunca a traspasar aquella maldita línea que separaba el mostrador de la franja reservada a las mesas. El miedo al rechazo. El miedo a reconocer que un poeta anarquista, hijo de la clase proletaria, húerfano de padre, criado en un orfanato naval, sin recursos, sin un maldito bocado que llevarse a la boca, pudiera nunca conocer la satisfacción personal que pudiese brindarle escuchar sus versos en boca de aquellos hombres, que hablaban de una nueva corriente revolucionaria y cargada de futuro, que pronto invadiría Barcelona como una plaga benigna. Que pronto, muy pronto barrería el papanatismo que impregnaba el arte en general y la literatura catalana en particular.

Sentía un respeto paralizante y el dueño del bar le miraba con recelo como recriminándole que un café no podía durarle toda la tarde. Cuando en realidad aquel hombre sólo le reprendía por ser tan cobarde de no dar el paso, de no traspasar aquella maldita línea de fuego.

"Lluita, lluita, lluita", el palpitar de los versos bullían en su espíritu endeble. Le fallaban las fuerzas y el frío le calaba los huesos, pero aquellos hombres le trasmitían su energía, su coraje y su calor.

Desde su lecho, moribundo, añoraba aquellas tertulias de antaño, tanto como el beso furtivo de la joven amada, de sus hijas, de su esposa.

Quería agradecer a aquel hombre recio que servía cafés y carajillos que tuviese la valentía de empujarlo, de arrojarlo al abismo desde la barra a las mesas, como si fuese un pedazo de piedra sin labrar, lanzada desde una cima a una cantera para que alguien algún día hiciese un buen uso de ella, convirtiese la greda en mármol, compacto, cristalino, sobre todo cristalino. "¡Eh, vosotros! Callad un momento y escuchad lo que éste tiene que deciros!" Eso dijo aquel santo varón mientras lo levantaba por las solapas de su deslucido traje de paño.

Entonces Joan con la voz quebrada recitó:

"Heus aquí: jo he guardat fusta al moll.
(Vosaltres no sabeu
què és
guardar fusta al moll:
però jo he vist la pluja
a barrals
sobre els bots,
i dessota els taulons arraulir-se el preu fet de l'angoixa;
sota els flandes
i els melis
sota els cedres sagrats."

Enmudecieron todos, Joan, sí, enmudecieron.

Joan ha depositado unas hojas debajo de la almohada antes de morir y sentir que la añoranza es un pozo sin fondo.

"Adeu, Joan, adeu" "Res es mesquí"
_________________
"El eco siempre dice la última palabra"