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Mostrando entradas de julio, 2008

Contribución al personaje de Salinas- Novela polifónica - ¿Personaje polifónico?

- Una llamada de su esposa, ¿se la paso? - No. Di que no estoy. - Eso le digo siempre. La pobre mujer sólo llama de higos a brevas. Debe de tratarse de algo importante, Salinas. - Mis hijos, esos parásitos que me depauperan la sangre y el bolsillo, son importantísimos para ella, otro parásito mayor. - Le digo que está usted con el caso de la muerta y que se ha ido a San Roma de Sau y punto pelota. - Di lo que se te emperejile. No sé siquiera por qué te molestas. Ya conoces mi respuesta. - ¡Es usted más borde que la jueza ésa medio sueca, medio alemana! - Di “juez” y no me ofendas los oídos. - Digo “jueza” porque me sale de los ovarios, que con aguantarle a usted sus bravatas ya me gano la soldada. ¡Sus hijos y su mujer serán parásitos, pero a usted que lo aguante su padre! Josefina colgó el auricular del teléfono con un golpe de mal genio y Salinas percibió en la nuca una especie de influjo maléfico. A veces presentía que aquellas malas pécoras conspiraban contra él. Si la muerta le in

"El tiempo inexorable el que pasó"

-------------------------------------------------------------------------------- El reloj de arena se rompió. La joven recogió con la escoba la arena fina de las ampolletas rotas y la vertió en una botella bordelesa, que arrojó al mar con una nota que rezaba, " Quien encuentre este mensaje en la botella, tome el contenido y devuelva el casco

"Proyecto novela comunitaria Cap IV. Aventuras y desventuras de Santiago Paraíso"

Consiguió una habitación de hotel porque en ese preciso instante la dejaba disponible un tipo que parecía un profesor de arqueología jubilado. Aguardaba a que el recepcionista le cobrase la estancia. Entre tanto escogía un surtido de postales del lugar, - casi todas de la iglesia parroquial, captada desde el muro de tramontana, sumergida o emergente dependiendo del momento en que fue tomada la foto – tres o cuatro de cada. Paraíso se impacientaba. Le ponían nervioso ese tipo de esperas. El hombre comentó en una especie de murmullo como si hablase para sí, que el aparejo constructivo de piedra le cautivaba menos que el de cantos de río y que lamentaba que no hubiese postales orientadas hacia poniente que permitiesen contemplar al ducho o al profano la ventana tapiada de la iglesia. En ese momento el periodista se percató de que eran cada vez más las personas que hablaban consigo mismas. Demencia colectiva, soledad o sencillamente los tiempos cambiaban. Las charlas que mantenía con su
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" Flora Tristán, Paul Gauguin y Los Mares del Sur " Tu abuela, Paul, no conoció Los Mares del Sur. Por no conocer, tampoco conoció a su padre. Dicho estrictamente tu bisabuelo no la reconoció como legítima hija porque era un coronel arrogante peruano arequipeño de la armada española con muy malas pulgas xenófobas. Pero Simón Bolívar frecuentó su casa, chínchate, Paul. Y después de eso el gran salto en pértiga de la riqueza a la pobreza. Entonces tu abuela con sólo diecisiete años ingresó en un taller de litografía y pensando medrar su fortuna y reputación se casó con su jefe, el dueño de la empresa, tu abuelo. Tu abuelo, querido, fue un maltratador de tomo y lomo. No contento con repartir hostias, golpes, bofetadas, puñadas a tu abuelita, le disparó en plena calle y la dejó muy maltrecha para los restos. No obstante se lió la manta a la cabeza y regresó al terruño natal para reclamarle al tío Pío Tristán la herencia paterna y no le fue mal la cosa porque no lo logró, pero