Retrato de Audrey Bepburn adolescente, asomada a la ventana de su casa.
Audrey ha devorado una lata entera de leche condensada, mientras dibuja estampas de la Liberación. Sus brazos son tan flacos que parecen una prolongación de sus roídos lápices de colores, deslizándose sobre el papel. Antes se ha dibujado a sí misma, bailando ella sola sobre un escenario, sin público y con la sola compañía de un piano sin pianista. Lo ha titulado “Edda Van Heemstra, Audrey Kathleen Ruston soy a partir de ahora”. Lo ha escrito en español, idioma que su madre se empeña en enseñarle después de dominar inglés, francés, holandés e italiano. Ahora su madre quiere que aprenda alemán y español, justo ahora que los nazis y los fascistas caerán. El alemán no le gusta, pero el español le cautiva, porque una de sus profesoras de baile es española y le enseñaba a tocar las castañuelas y preciosos bailes locales. Su profesora es vecina suya, reside en su misma calle con su otra profesora Sonia Gaskell, y a Audrey le gusta cada día asomarse a la ventana cuando ella se dirige a la esc