Campo de Criptana, Ana dulce, Dulcinea no pretendía ser,
no mi amor, no.
Cuando los sueños han sido imposibles
durante tantos capítulos de una vida,
si se hacen realidad, un gran gigante salado
se cierne sobre nuestros corazones de lágrimas, agua marina, sudor...
ese gigante de sal, que no es molino sino el terror de la alegría,
agita sus brazos como aspas enamoradas del viento,
y yo, paralizada, no consigo mover ni mis labios para decirte
que los sueños habitan en Campo de Criptana,
que los gigantes no son molinos,
que los molinos no son artefactos de energía, no muelen semillas,
no albergan solera ni molienda,
que esos seres alados cilíndricos, troncocónicos,
nacieron para escribir en el viento la historia de nuestros sueños, los posibles e imposibles
y tuvimos que aguardar tantos años sin encontrarnos que los gigantes se durmieron,
los molinos se detuvieron y nuestros corazones aletargados dejaron de latir.
Pero ahora cómo cabalgan esos gigantes del amor y la cordura loca,
cómo despliegan sus aspas esos molinos contentos,
cómo laten nuestros corazones pulsaciones de pura alegría, gozo, ternura y todo lo bueno, loco y cuerdo a la vez.
12 de febrero de 2016
4 de febrero de 2016
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