11 de septiembre de 2022

Hasta siempre, Javier Marías. Descanse en paz. Las Letras de la Literatura Española están de duelo...

No fueron pocas las veces que pude coincidir con Javier Marías en la Feria del Libro de Madrid. Curiosamente siempre le vi paseando por la feria y nunca le pude ver firmando. Me sucedió una anécdota curiosa en el Corte Inglés de Arapiles en Chamberí, en el que fuera su barrio. Estábamos varias personas aguardando turno en caja y apareció él cargado con una ristra importante de películas en formato DVD. Se coló por toda la cara. Bastantes personas protestaron y a mí me salió del alma decir, como rindiéndole homenaje eterno, "Es nuestro insigne escritor Javier Marías, va muy cargado y está cansado". Él me miró y me dedicó una sonrisa. La gente dejó de protestar y mirábamos con curiosidad los títulos de las películas que la dependienta le iba cobrando. Lamento no recordar los títulos. Eran la mayoría clásicos en blanco y negro. También me llamó la atención que llevaba la camisa muy desbrochada, vestía ropa elegante con un abrigo largo negro de paño de lana, pero de alguna manera transmitía una elegancia desenfadada desaliñada porque también iba bastante despeinado. Pensé para mí "este señor se va a pegar un atracón de películas" antes de escribir su siguiente artículo para el diario El País. Puede decirse que si yo estaba suscrita a este periódico y lo sigo estando, era en gran parte por los 940 artículos de Javier Marías. Puedo aseverar que me los he leído todos tanto como puedo avergonzarme de no haber leído aún ninguna de sus novelas, asignatura pendiente que ya no pienso emplazar por más tiempo. Sus artículos siempre me indignaban de alguna manera y como todos necesitamos nuestra dosis dominical de indignación, puedo asegurar que los artículos de Javier Marías eran la droga adictiva dominguera que precisaba tanto como el café y el zumo con el croissant. También necesitaba como agua bendita de la pila del agnosticismo de la misa periodística dominical los artículos de Almudena Grandes. Los de ella, para no indignarme nunca, porque parecíamos hermanas de padre y madre de tanto como coincidíamos. Así que en este 2022 no cesan las pérdidas irreparables de gente que admiras y aprecias y que nos han dejado demasiado pronto. Que la Tierra de las Letras os sea leve.

10 de septiembre de 2022

I Love Venice...

El Festival Internacional de Cine de Venecia 2022 ya toca a su fin y deseamos que haya sido todo un éxito, pero no es del festival que quiero hablar. Acabo de ver el documental de Netflix dedicado a la brutal despoblación que día a día sufre la ciudad, que antes contaba con 140.000 habitantes autóctonos y ahora a duras penas llega a 59.000. Mientras escribo esto muy probablemente alguna familia hace maletas para dejar Venecia, que recibe la friolera de 30 millones de turistas al año. Venecia no es el único destino turístico que padece y sufre esta avalancha insoportable. En Madrid, en Barcelona sin ir más lejos vamos día a día presenciando impotentes la gentrificación de nuestros barrios, cómo se nos expulsa a las personas y a las familias por el encarecimiento del precio de la vivienda, tanto en alquiler como si alguien está pensando en comprar. Los participantes venecianos en el documental lamentan que esta verdadera invasión de turistas no repercuta en los bolsillos de sus habitantes. Proliferan negocios turísticos, hoteles, apartamentos de temporada, tiendas de lujo y el comercio tradicional del pequeño autónomo languidece y muere. Un movimiento ciudadano se mueve, luchando incansable para salvar la bellísima Venecia. Han logrado que los cruceros cargados con 30.000 turistas no logren entrar en los maravillosos canales y ojalá logren que en las calles venecianas regresen familias con empeño en hacer ciudad y recuperar la Venecia de antaño. Igual deseo tengo para mis dos ciudades favoritas, Madrid y Barcelona. Tal vez sólo sea un sueño, una ilusión abocados al desengaño. Pero es que ya BASTA de convertir nuestras ciudades en burdos parques temáticos. BASTA.

7 de septiembre de 2022

Viene el huracán Danielle....

Nos avisan los expertos que se aproxima un huracán. Muchos han reparado en la forma fálica del mismo. Los más brutos y rudos no se han cortado un pelo y han soltado "tiene forma de polla como una olla". Yo en lo primero que he pensado es en la venganza climática de los Incel, esos tipos que aseguran sin despeinarse que se niegan a mantener sexo con mujeres mayores de veinticinco años y como no son Leonardo de Caprio y no pueden permitirse cambiar de novia con cada polvo, optan por vivir en pura virginidad y obligada castidad durante toda su triste y amargada vida, porque, es de suponer, que estos tipos tienen espejos en su casa donde mirarse lo feos que son, no ya por fuera, sino por dentro. Y lo más patético del asunto es que el movimiento Incel no lo inaguró un hombre sino una mujer,una joven universitaria canadiense, de la que solo sabemos que se llamaba Alana y que acuñó por primera vez el término en su blog, con el título de "Proyecto de celibato involutario de Alana". Sus reflexiones encontraron pronto eco entre muchos seguidores de ambos sexos, no únicamente jóvenes sino de todas las edades, legión de personas que aseguraban no haber tenido nunca relaciones sexuales o haber tenido esporádicas relaciones que nunca llegaron a buen puerto, y la fustración generada les había replegado sobre sí mismos, optando por un celibato involuntario. Alana, al parecer, durante su etapa universitaria descubrió que era tránsgenero y con el tiempo cedió su blog, página web e iniciativa a otras personas que le dieron una vertiente muy tergiversada al asunto, atrayendo a varones, blancos, heteros, supremacistas harto misóginos y violentos, capaces de llegar al extremo de perpetrar acciones violentas y atentados. Pues bien, resulta bastante patético que la imagen con forma fálica del huracán que se cierne cual nueva amenaza climática sobre nuestro país aparezca en redes sociales como Twiter y Facebook, sobre comentarios abruptos y salidos de tono de trolls y bots incels. Parece un apocalipsis virtual zombie. No sé si la RAE acepta el término "incel" como sustantivo y adjetivo contemplado en nuestro DRAE. Mejor que no se tome la molestia ni siquiera en debatir si el término debe ser aceptado, por aquello de que si hay significante asignado al signo lingüístico, pueden crecer como setas los significados, en este caso los incels de turno tanto como los huracanes. Desde luego, no sé si todos estos síntomas son señales del final de los tiempos. De ser así, ¿no hay manera de que el ser humano enderece un tanto su torcido rumbo para alcanzar cuando menos un final digno antes de que nos reemplacen los robots? ¿No hay forma humana de que pase a los anales de la Historia el ser humano como una especie a recordar por sus altas cualidades y no por conjurar a cada paso a un ejército de gilipollas?