28 de noviembre de 2023

Pantallas adictivas...

Un artículo de EP informa hoy que los adolescentes de Barcelona pasan una media de más de ocho horas expuestos a las pantallas, fuera de los horarios de clase. Ellas unas ocho horas y veinte minutos pegadas al teléfono móvil y ellos unas ocho horas y veintinueve minutos entre móvil y videojuegos. Me parece una noticia demencial. Es frecuente ver a grupos de adolescentes reunidos a las puertas de los institutos o en una pizzería a punto de degustar un menú o en el andén esperando la llegada del metro y en vez de charlar entre ellos, en vez de disfrutar de un momento de distensión y alegría, algo que debiera ser propio de la edad de la que gozan, por el contrario podrás verlos a todos, ellos y ellas, absortos mirando las pantallas de sus móviles. No podemos en modo alguno responsabilizar a sus padres, porque muy seguramente, la mayoría les advierten y avisan de los peligros y riesgos de tan alta exposición a las redes sociales, muy seguramente están muy preocupados por sus hijos e hijas adolescentes. Todos hemos vivido la rebeldía y desorientación de la adolescencia y primeros años de juventud. Quienes ya tenemos una edad agradecemos infinito que pudimos crecer en nuestra infancia, adolescencia y juventud sin internet, sin redes sociales, sin móvil y creo que esta feliz circunstancia la celebramos cada día, pero observamos con máxima preocupación la incapacidad actual de controlar y moderar la exposición de niños, adolescentes y jóvenes a las pantallas. También los adultos estamos muy enganchados. Nuestras vidas están gobernadas por centenares de pantallas por doquier. Del móvil, pasamos a la tablet o el ordenador, del ordenador a la pantalla del televisor para ver la serie favorita de cualquier plataforma. Creo que urge hacer algo al respecto. No se trata de prohibir sino de educar en un uso racional, de hacer cada uno de nosotros un ejercicio de tomar conciencia. Si estamos acompañados de otras personas físicas, podemos empezar por guardar el teléfono móvil y practicar una sana conversación y disfrutar de la compañía del grupo o persona amiga, pareja o familiar. Si no cambiamos pronto este insano hábito, no habrá psicólogos ni psiquiatras suficientes que puedan curar el grave problema de Salud Mental. Esta semana una joven se ha arrojado de un sexto piso en la Gran Vía madrileña. Nada sabemos de ella. Solo que dejó un siniestro aviso de su decisión fijado en el perfil de su Instagram. Tantos seguidores que supuestamente tenía y nadie, absolutamente nadie, la ayudó. La amistad en las redes sociales es un espejismo absurdo y diabólico. Por favor, hagamos algo pronto.