22 de junio de 2024

Historia de un dedal amargo...

Esta mañana he ido a la mercería. Creo que es la única que hay en el barrio y no encontrarás otra en kilómetros a la redonda. La regenta un joven latinoamericano muy amable. Entrar en ella es sumergirse en la nostalgia de unos tiempos que solo fueron mejores porque éramos niños y nuestros seres queridos que ya nos faltan, nos alumbraban la vida con su cariño y experiencia. Cada vez que frecuento una mercería es como hacerlo de la mano de mi madre que era excelente costurera. Hoy, delante de mí el joven dependiente atendía a una señora muy mayor. A duras penas se tenía en pie y se sostenía empuñando un bastón. Quería un dedal nuevo, porque pese a tener muchísimos en el costurero de casa, todos le bailaban y se le escapaban del dedo: "Me pincho con la aguja" ha exclamado. Luego ha proseguido su disertación subiendo el tono de su voz que nos trasmitía enorme enojo y enfado: "Hoy en día ya nadie cose. Se han vuelto todas unas vagas". Le he replicado, tal vez con un tono condescendiente que ha aumentado más su disgusto: "Señora, no es eso. Es que hoy en día todas las mujeres trabajan fuera de casa y hay que reconocer que las prendas textiles son muy baratas y no merece la pena la mayor parte de las veces ponerse a remendar o a coser una prenda confeccionada en casa". "NI UN BOTÓNNNNN, NO SON CAPACES DE COSER NI UN BOTÓN". El dependiente y yo nos hemos mirado y casi a la vez hemos exclamado: "Pues sí, señora, tiene usted toda la razón, hoy en día nadie se cose un botón". "A mí me enseñaron a coser las monjas" ha seguido la señora fuera de sí y su malestar nos resultaba incómodo y desagradable. "A mí también me enseñaron las monjas y mis padres me hacían ir a un curso de costura cada sábado por las tardes y, la verdad, es que no me gustaba nada ir, iba obligada, pero con el tiempo agradecí tanta costura como aprendí". La señora estaba tan enfadada que ya ni prestaba atención ni escuchaba mis palabras. Ha pagado el dedal y se ha marchado. El dependiente ha resoplado aliviado. Al salir de la mercería he pensado que un rato que tenía que haber sido de evasión y agradable, no lo ha sido porque una señora mayor tan furibunda no aceptaba que los tiempos irremediablemente han cambiado. A continuación, he entrado en el supermercado y detrás de mí una señora muy mayor, diminuta, enjuta, que llevaba una mascarilla que le tapaba hasta los ojos, iba mascullando enrabietada "Qué mentira monumental: los precios de los alimentos siguen disparados" Esta aseveración la ha ido entonando cual un mantra por todo el supermercado, con sus manos a la espalda y sin comprar nada. No reparamos en que nuestros mayores están sufriendo, muchos envejecen con amargura, con pensiones escuálidas que no les llegan, eso si las tienen, ya que las mujeres muy especialmente carecen de ellas por haber entregado sus vidas a cuidar "a vagos y a vagas que no se saben ni coser un botón". Esto es lo que hay.

3 de junio de 2024

He visto y digo BASTA...

He visto en una pantalla grande de televisor a una joven palestina contar que setenta miembros de su familia han sido asesinados en Gaza y que la mayoría se encuentran aún sepultados entre los escombros. He visto en una pequeña pantalla de tablet y de móvil, a una mujer joven, sentada en silla de ruedas con piernas amputadas, junto a su casa reducida a ruinas, explicar al mundo que bajo esos escombros se encuentra toda su familia muerta, todos sus hijas e hijos, su marido, sus padres, sus hermanas y hermanos, sus abuelos, sus vecinos. He visto en esas pantallas del horror más insoportable a niños y niñas huérfanos vagar con la mirada perdida sin rumbo, sin ayuda, sin horizonte, sin futuro, sin esperanza. He visto en una pantalla a un niño con ambas piernas amputadas a la altura de las ingles caminar sin ayuda de nadie mientras sonreía porque alguien le aconsejó que lo hiciera. He visto a una niña cocinar para los poquitos miembros de su familia supervivientes, que han sobrevivido a este genocidio. He visto a todo color en la pantalla a un niño, o tal vez fuese una niña, no sé, solo veo huesos de una diminuta persona a la que han matado de inanición, sed y hambre. Sostiene su cadáver un padre desesperado que también está en los huesos. Su rostro es tan afilado como sus lágrimas desgarradas por el dolor y la impotencia. He visto en esas pantallas cuerpos inocentes amortajados en limpias sábanas blancas, puestos en fila rodeados de gazatíes que no pueden llorar porque sería derrochar las nulas energías que les restan. He visto en las pantallas y fuera de ellas a millones de personas en el mundo exigir un alto el fuego inmediato. Muchas de estas buenas personas son jóvenes estudiantes que acampan en los campus universitarios del mundo dejándose la piel en exigir a sus rectorados que cesen toda relación con instituciones israelíes cómplices de este genocidio, este holocausto, este infanticidio. He visto. Veo. Podría dejar de ver. Pero entonces también yo sería cómplice. Basta ya. #AltoElFuegoEnGAZA.

#AltoelfuegoenGAZA....