18 de septiembre de 2008
"Deseando que despierte la bella Sherezade dormida en su Rincón" - A los amigos y amigas de mi quinta, en la flor ecuatorial de la vida
Scheherezade contemplaba la curva de la media luna en el espejo de la cuarenta y una noche de desvelos e insomnios en la cámara real. "¡ El sultán no osará mandarme decapitar llevando en mi vientre un hijo suyo!" - se decía, incapaz de inventar un cuento nuevo con el que entretenerlo esa noche. "¡Alí, Alí!" acude a su mente este nombre.El joven leñador quiere susurrarle su historia al oído, pero la cautiva sólo contempla con los ojos de su ensoñación una cueva repleta de tesoros y un número inconcreto de mulas cargando tinajas de aceite que van y vienen. "Confía en mi, preciosa Scheherezade, escucha mi historia, tan cierta como el hálito de mi espíritu" "Habla, Alí, habla o calla para siempre desde el cristal azogado que contempla mi desgracia. Múestrame con imágenes reflejadas en el espejo todo cuanto me quieres relatar que Cuarenta y Una imágenes valen más que Mil y Una palabras pronunciadas por tus labios etéreos. Creo que esta noche el sultán me repudiará. Detestará haberme conocido. No reconocerá su paternidad y mi cabeza rodará para reunirse con las calaveras de esas desdichadas que conocieron el terror de la inspiración mutilada. "¿Qué cuento maravilloso puede alcanzarse de la imagen absurda de cuarenta mulas deambulando por un camino incierto, de cuarenta tinajas de aceite vacías, de un triste leñador de Arabia pobre y desolado? Responde, Alí, o calla para siempre y no me importunes más, que mi hijito se agita nervioso como un pececillo atrapado en el estanque del palacio del sultán. "Oh, futura reina de este insigne palacio, oh futura esposa del sultán, amada entre las más amadas, respetada y venerada como una diosa, escucha la historia que te susurro mientras contemplas en el espejo las imágenes que dan crédito a mis palabras. No te arrepentirás y salvarás tu vida para siempre" "Oh, Alí, hoy cumple mi sultán cuarenta y un años y es cada vez más exigente. Hoy son Cuarenta y Una las noches que llevo cautiva en palacio por mi propia voluntad. Sólo pretendía salvar la vida de mi hermana Dunyazad. Nunca pensé que llegaría esto tan lejos, que mi vida sería tan breve, que aguardaría preñada tan triste fin. Pero tu historia de ladrones tal vez guste a los oídos exigentes de mi sultán. Tal vez, quizás. ¡Oh, querido Alí, gracias por acudir en mi ayuda en esta noche en que mi mente se ha convertido en un lago callado de aguas blancas cuando siempre hasta día de hoy habían sido traslúcidas, trasparentes."
13 de septiembre de 2008
"Els Castellers"
Siempre, desde muy jovencita, me he considerado ciudadana del mundo, sin demasiado apego al terruño natal, a los países que luego me vieron crecer, a la "patria", MADRID, que finalmente me adoptó con toda su capacidad generosa de acogida. Pero si algo recuerdo de mi tierra natal, Catalunya, con especial fascinación infantil, admiración y sagrado respeto es la facilidad con la que un buen puñado de santos varones elevaban una torre humana ante la mirada atenta y expectante de un público arrobado y silencioso en "La plaça del Ajuntament". Porque siempre elegían "els castellers" las plazas de los ayuntamientos de todas las poblaciones a las que acudían y siguen acudiendo, como punto de encuentro, de "kedada" - que diríamos ahora en estos tiempos que corren de reivindicación de la "Ka" de Kilo como fonema usurpador de "Ques, Quis y Quos", de "Cas y Cus" -
El origen de "Els Castellers" se remonta a la "Moixiganga" valenciana, una fiesta de bailes y castillos humanos. Los catalanes, amigos como somos de la economía, el "seny", la mesura y la cosa práctica, suprimimos los bailes y nos quedamos con los castillos. Como catalana oriunda de Barcelona, de madre catalanísima y padre andaluz, habría hecho lo mismo, porque mi padre, un andaluz de Jaén, más germánico que moro, me inculcó una espartana educación enemiga de saraos y florituras.
De pequeña sólo me fijaba en el "anxaneta", el niño que trepaba por la torre, posaba sus dos pies en la cima de los quintos y levantaba un brazo en señal de victoria. Durante mucho tiempo fue esta ofrenda al cielo y a los dioses un empeño masculino, que no diré machista para no parecer borde. Con el tiempo se permitió que los "Anxanetas" fuesen niñas.
A lo largo de mi vida, jalonada como la de todo el mundo, de pequeños éxitos y estrepitosos fracasos, he meditado y contemplado en la bola mágica mía particular e intransferible -ésa que todos llevamos dentro y que los lamas llaman el "Tercer Ojo" - en vez de "mantras" y "figuras geométricas de loto", "Castellers" intentando levantar torres humanas que se desmoronan pronto unas, que aguantan un poquito más otras, que permanecen intactas como una figura dorada de bronce congelada en el espacio de la decoración mental.
De adolescente hubiese querido participar formando parte de la columna de los quintos o sextos de la torre, ahora me pregunto si siquiera me dejarían integrar la "pinya" que es la base firme que en realidad sustenta aquella mole humana.
Me flaquean las piernas muchas veces por causa de la crisis. La economía, esa espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas mientras celebramos el opíparo festín de la democracia, la afilada espada que cuelga atada por un único pelo de crin de caballo directamente sobre la cabeza del "anxaneta" y los "dosos" amenazando la integridad entera de la torre.
Ya no sé siquiera si quiero integrar la "pinya". A veces me gustaría que la economía, esa Reina de Corazones, que todo lo manipula y preside, se olvidara de mi existencia y de la de todos. En una palabra, que esa cruel dama nos dejase vivir en paz. ¡Ojo, esto os lo dice una catalana! Es un topicazo absurdo defender que los y las catalanes sólo pensamos en el maldito dinero. Por si alguien lo duda, somos, en general, salvo excepciones flagrantes, unas bellísimas y estupendas personas, capaces de hacer "pinya" y levantar "torres humanas" que llegan a lo sumo al balcón principal de los Ayuntamientos. Creo que los catalanes no habríamos creado ciudades como las de New York, por ejemplo, porque nuestra perspectiva es humana y respetuosa con las limitaciones de lo humano. Como los griegos, los catalanes nunca habríamos tendido puentes para cruzar las orillas de los ríos. Pensaríamos como ellos, que eso era una aberración sobrehumana insensata y desmesurada.
Viscan Els Castellers y de paso, Visca el Barça, manque pierda !!! Viva la madre que me parió, la mejor bailaora de Sardanas del mundo !!!!
El origen de "Els Castellers" se remonta a la "Moixiganga" valenciana, una fiesta de bailes y castillos humanos. Los catalanes, amigos como somos de la economía, el "seny", la mesura y la cosa práctica, suprimimos los bailes y nos quedamos con los castillos. Como catalana oriunda de Barcelona, de madre catalanísima y padre andaluz, habría hecho lo mismo, porque mi padre, un andaluz de Jaén, más germánico que moro, me inculcó una espartana educación enemiga de saraos y florituras.
De pequeña sólo me fijaba en el "anxaneta", el niño que trepaba por la torre, posaba sus dos pies en la cima de los quintos y levantaba un brazo en señal de victoria. Durante mucho tiempo fue esta ofrenda al cielo y a los dioses un empeño masculino, que no diré machista para no parecer borde. Con el tiempo se permitió que los "Anxanetas" fuesen niñas.
A lo largo de mi vida, jalonada como la de todo el mundo, de pequeños éxitos y estrepitosos fracasos, he meditado y contemplado en la bola mágica mía particular e intransferible -ésa que todos llevamos dentro y que los lamas llaman el "Tercer Ojo" - en vez de "mantras" y "figuras geométricas de loto", "Castellers" intentando levantar torres humanas que se desmoronan pronto unas, que aguantan un poquito más otras, que permanecen intactas como una figura dorada de bronce congelada en el espacio de la decoración mental.
De adolescente hubiese querido participar formando parte de la columna de los quintos o sextos de la torre, ahora me pregunto si siquiera me dejarían integrar la "pinya" que es la base firme que en realidad sustenta aquella mole humana.
Me flaquean las piernas muchas veces por causa de la crisis. La economía, esa espada de Damocles que pende sobre nuestras cabezas mientras celebramos el opíparo festín de la democracia, la afilada espada que cuelga atada por un único pelo de crin de caballo directamente sobre la cabeza del "anxaneta" y los "dosos" amenazando la integridad entera de la torre.
Ya no sé siquiera si quiero integrar la "pinya". A veces me gustaría que la economía, esa Reina de Corazones, que todo lo manipula y preside, se olvidara de mi existencia y de la de todos. En una palabra, que esa cruel dama nos dejase vivir en paz. ¡Ojo, esto os lo dice una catalana! Es un topicazo absurdo defender que los y las catalanes sólo pensamos en el maldito dinero. Por si alguien lo duda, somos, en general, salvo excepciones flagrantes, unas bellísimas y estupendas personas, capaces de hacer "pinya" y levantar "torres humanas" que llegan a lo sumo al balcón principal de los Ayuntamientos. Creo que los catalanes no habríamos creado ciudades como las de New York, por ejemplo, porque nuestra perspectiva es humana y respetuosa con las limitaciones de lo humano. Como los griegos, los catalanes nunca habríamos tendido puentes para cruzar las orillas de los ríos. Pensaríamos como ellos, que eso era una aberración sobrehumana insensata y desmesurada.
Viscan Els Castellers y de paso, Visca el Barça, manque pierda !!! Viva la madre que me parió, la mejor bailaora de Sardanas del mundo !!!!
9 de septiembre de 2008
"Osama" Anoche en la 2

Anoche visionamos en casa "Osama" de Siddiq Barmak, una película sobrecogedora de 2003.
La niña actriz Marina Golbahari interpreta magistralmente el papel de una huérfana de padre, cuya madre desesperada decide cortale el pelo y vestirla de niño para protegerla del fundamentalismo talibán. La madre no puede ejercer su profesión de médico, no puede al igual que las demás mujeres salir sola a la calle, no cuenta con la protección de un marido. La abuela de la niña, sagaz y lúcida, pese a su confinada situación de mujer secuestrada, cautiva por la situación del Afganistán "talibanizado", descubre que un cuento tradicional sobre una niña que transita por debajo de un arcoiris y puede convertirse en niño, le da la clave para proteger a la nieta. Abuela y madre deciden vestirla de niño con la intención de que pueda trabajar en una pequeña tienda de comestibles bajo la protección de un antiguo conocido del padre difunto y garantizar su seguridad personal. Pero los talibanes la llevan a la Madrasa junto a un nutrido grupo de chicos que acaban descubriendo su identidad, pese a la obstinada protección que quiere darle su amigo Espandi. El espectador puede darse perfecta cuenta de lo dura que es la vida en ese aciago país tanto para hombres, como mujeres. Sufren doblemente los niños y las niñas por igual. La tremenda desigualdad de sexos, el feroz machismo, el despiadado fundamentalismo y radicalismo religioso perjudica a todos y todas, incluyendo a los propios talibanes cautivos de su propio gobierno del terror.
La boda de la niña con un anciano polígamo, preceptor de la Madrasa, que evita su muerte por lapidación y engrosa su lista de esposas vírgenes y menores de edad, vaticinan un final de reclusión vitalicia para todas ellas y sus hijos, la niña incluída. El detalle de darle a elegir qué candado le gusta para cerrar su celda de clausura dulcifica el rostro del anciano que entiende su realidad, la realidad de su país como la cosa más normal y natural del mundo, un mundo anclado en el Antiguo Testamento.
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