18 de agosto de 2012

Nueva Zelanda. "La inmersión de Anya un 14 de Agosto cualquiera".

Durante el descenso Anya sufrió un síncope a cien metros de profundidad que la dejó inconsciente durante unos segundos. Con sus aletas azules dormidas en los pies, parecía una sirena hipnótica de largos cabellos ondulados tendidos hacia el abismo de la oscuridad y el olvido.

 En este estado de trance, sintió la llamada de otra sirena, habitante de aquellas profunidades marinas. "Anya, sígueme, sígueme, sígueme" le susurraba sin cesar y la joven deportista notaba que abría los ojos en medio de aquel sueño y de la nada oceánica, sin poder resistir los seductores encantos de aquel canto de sirena. Anya obedeció. Ambas nadaron y nadaron como guiadas por una corriente benéfica y amiga hacia una cueva escondida y oculta entre un banco de peces de todos los colores y tamaños. "Entra, Anya. No temas" le ordenaba cautivadoramente con voz de terciopelo verde y alado.

En el interior de la cueva, Anya sintió una especie de decepción cristalina, pero pronto se disipó porque fue conducida por la sirena hacia el centro del habitáculo, donde una concha enorme se abrió ante sus ojos. Una perla enorme coronaba el asiento de la concha. La sirena la tomó entre sus manos pero milagrosamente la perla gigante se redujo a una diminuta perla entre sus manos. "Extiende tus manos, Anya. Toma La Perla de la Vida que te ofrezco" nuevamente la sirena le ordenaba cariñosa y seductoramente. Anya una vez más obedeció. Cuando tuvo la diminuta perla entre sus manos, toda su vida pasó como en una película en una pantalla gigante ante sus ojos y cuando se quiso dar cuenta, un grupo nutrido de personas la rodeaban. Alguien agitaba su pecho. Un helicóptero sobrevolaba la pequeña embarcación. El equipo de rescate se incrementaba con patrullas costeras que llegaban de diferentes puntos. Submarinistas aficionados se arremolinaban curiosos en torno al gentío. Se escuchaban sirenas de ambulancia a lo lejos....Anya abrió los ojos y sonriendo exclamó en una interrogante que dejó perplejos a toda la concurrencia:

- "¿Todo este revuelo por una diminuta perla?"


Abrió el puño de su mano derecha y mostró la palma vacía, mientras sentenciaba:

- "Nada".


25 de julio de 2012

POR LA ELIMINACIÓN DE LAS ABUSIVAS CLÁUSUAS SUELO. AMIGO Y AMIGA, TE RUEGO ENCARECIDAMENTE QUE FIRMES Y ME AYUDES A DARLE LA MAYOR DIFUSIÓN POSIBLE PARA EVITAR EL SUFRIMIENTO DE TANTÍSIMAS FAMILIAS QUE YA NO PUEDEN SOPORTAR Y AFRONTAR EL PAGO DE SUS HIPOTECAS PORQUE MIENTRAS EL EURIBOR SIGUE BAJANDO A NOSOTROS NO NOS BAJA POR LA MACROESTAFA QUE SUPONEN ESTE SUELO QUE ALGÚN BANQUERO SIN ESCRÚPULOS SE LO ESTÁ LLEVANDO




Acompaño mi petición con un humilde microrrelato. Casi ya no me queda inspiración para dedicarme a lo que más me gusta, escribir. No consintamos que esta durísima Depresión nos arrebate nuestros sueños e ilusiones. Dedicado a todos vosotros, gente querida que firmaís por el bien de la ciudadanía honesta de nuestro castigado país. No merecemos que nos hagan esto. No lo merecemos. ¡Cruel y despiadado Gobierno de especuladores, estafadores y delincuentes!

"El iglú y el abanico", "ᐃᒡᓗ, "casa"


  Cuando decidí, forzada por las trágicas circunstancias, instalarme en aquel iglú situado en medio de la Nada, llevaba entre mis escasas pertenencias mi abanico de tela y pluma pintado de colores cálidos a fin de mover el aire y facilitar la refrigeración dentro de aquel espacio tan claustrofóbico. ¡Vamos, que sin mi abanico, una mujer que sufre mareos y sofocos premenopáusicos y aspavientos e ínfulas de baronesa desde la cuna, yo no me iba a ninguna parte! El abanico me lo había regalado uno de mis múltiples amantes, pero si he de hacer memoria, no recuerdo quién, cuál de todos ellos. Tal vez aquel muchacho pálido que un día de lluvia y frío recogí de una parada de autobús para cobijarlo en mi palacete. No sé. No recuerdo. Me costó mucho adaptarme a mi nueva vida sin mayordomos, servicio doméstico, asesores, consejeros, administradores, herederos,...Me costó mucho sustituirlos por maestros, profesores, médicos, agentes forestales, ex empleados de banca, administrativos, ex altos ejecutivos de empresa, ex directivos, ex lo-que-fuere.... Me costó mucho adaptarme a mi nueva vida dentro y fuera del iglú de los mal denominados antisistema. El iglú de cúpula redonda y no piramidal. Me costó mucho adaptarme a lo circular y comunitario. Si de alguna manera pude adaptarme a aquella nueva y desconocida vida fue gracias a las firmes y enérgicas abanicadas semicirculares de mi precioso y preciado abanico de pie de varillas y pais de tela y piel pintado de colores cálidos y vivos como los de la solidaridad y la amistad fraternas. FIN


"Vivo en el número 7 Calle Melancolía .....quiero mudarme hace años al Barrio de La Alegría...."