4 de marzo de 2010
En la quietud de los cafetales
"Cuando la tarde languidece
renacen las sombras
y en la quietud los cafetales
vuelven a sentir
El chaz tristón canción de amor
de la vieja molienda
que en el letargo de la noche
parece gemir
Una pena de amor una tristeza
lleva el zambo Manuel en su amargura
pasa incansable la noche
moliendo café"
De chica, mi madre intentaba aprender la letra de esta canción mientras la escuchaba cantar al mexicano Javier Solis en el disco de vinilo puesto en la radiogramola del salón. En nuestro desangelado salón casi no había muebles, tampoco lámparas o cortinas; sólo cajas semivacías - mi padre las calificaba así - o medio llenas - asi lo estimaba mi madre -. El caso es que, en nuestra condición de familia nómada, las mudanzas se sucedían con las estaciones y nos bastaba con nuestra gramola, nuestra colección de discos y el aroma de los cafetales. Cuando el café llegaba a la taza, mi padre nos advertía, "Llenad las cajas del salón que es la hora de partir"
No sé por qué motivo inescrutable, cada nueva morada a la que nos mudábamos solía encontrarse situada en las proximidades de algún cafetal. En Costa Rica, mi padre, por mediación de un amigo, consiguió una mansión bien grande y destartalada, alquilada por un precio regalado. En esta ocasión el amigo de mi papá era el dueño del cafetal. Nos permitía a mis hermanos y a mí corretear por el almacén entre los sacos apilados, pero con la advertencia de que nunca entrásemos en el habitáculo del tanque de hormigón armado, donde fermentaban las semillas de café sin cáscara.
Un día, al concluir la jornada, cuando la cuadrilla de mujeres que trabajaban en el cafetal se marchaban en el remolque tirado por un tractor , conducido por el “zambo Manuel” –así le apodábamos todos cariñosamente en alusión a la canción de Solis - ; toda la chiquillada nos pusimos a jugar al escondite, mientras los adultos tomaban un café, sentados en la terraza de nuestra casa, de animada tertulia y solaz. Mi hermana pequeña, Tania no aparecía por ninguna parte. La buscamos por todos los recovecos, incluyendo en las inmediaciones del “lugar prohibido” sin atrevernos a entrar en él sin el permiso de nuestros padres.
Finalmente tuvimos que participar su desaparición a nuestros mayores y pronto cundió el pánico. Se movilizó todo el mundo. Acudieron personas al cafetal que yo nunca había visto antes, con perros y policías; jóvenes, ancianos, niños y niñas; gritábamos su nombre TaaNNIIAAaaaaa, TaaaaaNiiiIIIIIAAAAAaaaa. Así estuvimos hasta bien entrada la noche. Mamá lloraba y papá despotricaba. Ya casi nos vencía el cansancio y la desolación, cuando a eso de la media noche escuchamos en el interior de la casa que sonaba una música en la radiogramola. Me pareció que era la canción de Javier Solís. Entramos corriendo en la casa y estupefactos vimos a nuestra Tania, subida en una silla, estribada a la gramola, escuchando la canción del Solís y tarareándola como si tal cosa, sin asomo de miedo o indicio de daño.
Nunca conté a nadie que junto a mi hermana menor había un ser alado: un joven apolíneo de gran perfección corporal semidesnudo con alas níveas adheridas a su espalda. Me miró sólo a mi; me sonrió y me guiñó un ojo.
De mayor mi hermana Tania ha proseguido la tradición aventurera y andante de nuestro padre que tantos disgustos y quebraderos de cabeza dio siempre a mi madre. Mi hermana Tania ahora se encuentra en Afganistán colaborando para una agencia humanitaria de las Naciones Unidas. Hemos recibido un email en el que nos cuenta que durante los bombardeos estadounidenses sobre Afganistán ella salió indemne. No es la primera vez que se libra de una muerte segura. Mamá al terminar la lectura de su misiva ha exclamado : “¡ Esta chica tiene un Ángel de la Guarda, Válgame Dios ¡” “Sí, mamá, lo tiene sin duda, uno con las alas EnooooRRRRRMMMEEEEeeeesssssss!” “ le he contestado yo sin dejar de reír.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
-
Hoy domingo 29 de marzo a las 21 horas, por favor, encendamos una vela y pongámosla en cada balcón y ventana para despedir a quienes nos han...
-
«A Sofonisba, mi mujer .... quien es recordada entre las mujeres ilustres del mundo, destacando en retratar las imágenes del hombre " O...
-
En el caserón situado en el corazón del bosque de Buçaco, el ulular del buho, apodado Bubo Bobo por los niños, rubricaba la hora precisa en ...
4 comentarios:
Xe:
Kami está bien. Sólo fue el susto.
Me ha gustado mucho este post. Tienes una vida digna de contar. Deberías escribir más sobre tu infancia.
Un beso para Satén y Diciembre.
Muchísimas gracias por darme noticias de Kami...Ké alegría grande grande...pero menudo susto
Besosssssssssssssssss, Travis
Me alegro mucho de que vuestro amigo esté bien, tal vez fue su ángel de la Guarda, todos deberíamos tenerlo siempre a mano.
Preciosa historia y cargada de mucha ternura, Gemma.
Un beso a todos.
Sate, me ha dado una alegría grande saber que está bien. Creo que sí, que todas y todos tenemos nuestro particular Ángel de la Guarda. Estos ángeles no son siempre etéreos y celestiales. Viven aquí entre nosotros y son seres humanos. Te citaría ejemplos sin fin.
Besotísimos, reina
Publicar un comentario