1 de junio de 2019

Sexta misiva al poeta de La Canción de Oro...."Cantemos al oro, padre del pan"....

Mi muy querido y admirado poeta Rubén Darío, cronista de las azules miserias y glorias humanas. Vengo a contarte que la sociedad entera española seguimos consternados por el suicidio de Verónica, la joven madre de 32 años que ha dejado huérfanos a una bebé de un añito y a una niña pequeña, a un marido devastado y a una familia destrozada. Todo por un maldito vídeo La primera lección –que no parece tan difícil– sería aprenderse de carrerilla el artículo 197.7 del Código Penal que reza: “Será castigado con una pena de prisión de tres meses a un año o multa de seis a doce meses el que, sin autorización de la persona afectada, difunda, revele o ceda a terceros imágenes o grabaciones audiovisuales de aquélla que hubiera obtenido con su anuencia en un domicilio o en cualquier otro lugar fuera del alcance de la mirada de terceros, cuando la divulgación menoscabe gravemente la intimidad personal de esa persona”. Pero, estamos en esta era de redes virtuales intoxicadas y alienantes, cargadas de hiel y odio, de malignas intenciones y de toda carencia de valores. Tras la lectura de tu relato "La Canción de Oro", como siempre escrito de manera magistral, me ha dado por pensar qué hubiera sido de Verónica si en vez de ser una operaria humilde de Iveco, hubiese sido tan rica como la actriz Jennifer Lawrence, quien también fue víctima en su día de la difusión de fotografías suyas íntimas. Nos dices, poeta, que " Cantemos al oro, porque podemos ser unos perdidos, y él nos pone mamparas para cubrir las locuras abyectas de la caverna, y las vergüenzas de las alcobas adúlteras"...el oro, el vil metal, el Don Dinero que diría Quevedo, habría permitido que Verónica siguiese con vida, porque pronto una cohorte de abogados, psicólogos, terapeutas..le habrían levantado una "mampara para cubrir la locura abyecta de la caverna" mediática y virtual. Se habría podido cobijar en su gran mansión rodeada de todo tipo de mimos personales a golpe de talonario a esperar a que pasase la tormenta del oprobio y bochorno. De hecho, pasado unos meses o pocos años, sería ensalzada por su valentía, por haber ganado suculenta indemnización gracias a su séquito de abogados y expertos en leyes que habrían logrado una aplicación del artículo 197.7 del Código Penal coronado con una cifra multimillonaria en dólares o euros. Pero Verónica era una trabajadora en la fábrica de camiones de Pegaso-Iveco en San Fernando de Henares, Madrid, una modesta trabajora, que si ya estaba en su puesto de trabajo habiendo sido madre de una bebé de solo un mes, no se le estaba respetando su baja maternal. Así que, efectivamente, Verónica no se suicidó. A Verónica la mataron y una vez más las mujeres hemos tenido que salir a la calle a gritar bien alto que las mujeres tenemos derecho a ejercer una libertad sexual que lo sea realmente y no esta Letra Escarlata puritana e hipócrita que culpabiliza y estigmatiza a la víctima si tuvo la osadía de fotografiarse desnuda o salir con minifalda o regresar a casa tarde sola de noche. Al machismo enquistado como un cáncer en nuestra sociedad hay que exigirle ya de una vez que entienda que somos seres libres y que con nuestra sexualidad y con nuestro cuerpo hacemos lo que nos vienen en gana. Qué asco de mundo, mi querido poeta.

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