14 de febrero de 2021

Lo infinito en infinitos juncos....

 


Soy una empedernida lectora nocturna. Espero pacientemente a que llegue las diez de la noche, acomodo mi almohada de tal suerte que me prodigue la mejor posición para mi espalda y me sumerjo en la lectura de un libro hasta que me dan la una o las dos de la noche. Hoy domingo, 14 de febrero, Día de San Valentín, día en el que puedes regalar un libro a la persona amada,  a un ser querido o a tu mejor enemigo, impaciente por proseguir la lectura fascinante, envolvente, cautivadora de "El infinito en un junco" de Irene Vallejo, he querido cambiar mis hábitos lectores, y tras un desayuno de café, tostada, magdalenas caseras, que cada vez me salen un poquito mejor, a eso de las diez de la mañana, ya que siempre me despierto a la hora en la que nací, las nueve y media, me he sentado en mi cama a leer este prodigioso libro en la esperanza de cumplir nuevos hábitos lectores. Llevaba hora y media leyendo, cuando las risotadas de mis vecinos de enfrente, reunidos en su jardín infringiendo el estricto aforo que imponen las actuales restricciones pandémicas, han dinamitado mis buenos y positivos anhelos lectores. Estos seres del sarcasmo dominguero y astracanada familiar multitudinaria, son los únicos ricos del barrio que se sepa. Su casa es suntuosa y desentona con el resto de las viviendas del Barrio de Tetuán. Cabe aseverar que los ricos también ríen en tiempos de pandemia. Dado el silencio que siempre reina en mi calle, estos vecinos parecen el alocado público de Aristófanes contemplando "Lisístrata" en un domingo de teatro ateniense. Es más que impactante que mientras ríen y se regocijan, esté yo leyendo en el libro de Irene Vallejo, el capítulo en el que ensalza "El nombre de la rosa" de Umberto Ecco, su Jorge asesino con el humor impertérrito de Aristófanes y Menandro. No siento envidia de estos vecinos, ni de su alto nivel de vida sino de sus risas. Yo necesito silencio para leer. Así que he dejado el libro en mi escritorio, he ordenado y limpiado mi habitación y acto seguido me he dirigido al salón, el lugar más silencioso de la casa a expresar estas reflexiones dominicales mañaneras en mi blog. Tampoco puede deberse a la casualidad , sino a las sincronías mágicas y chocantes del destino que el día que empecé a leer este fantástico, subyugador e inigualable ensayo, unas horas antes me ví la película "The Dig", "La Excavación". Era ocho de febrero y ese lunes pasará a los anales de mi historia personal vital como uno de esos días para enmarcar. Hay como un hilo conductor invisible entre la película y el libro de Irene Vallejo. Hay infinitas, arqueológicas, literarias, cinéfilas, musicales..sincronías en los juncos culturales de toda manifestación creativa, desde que el mundo es mundo, desde que flagelados y esclavizados escribas desde la niñez se les obligaba a escribir en las tablillas de arcilla. He estado viendo además la apasionante serie danesa "Borgen" y no puede deberse tampoco a la mera casualidad que ayer sábado en la 2 de RTVE ofreciesen "A War" del mismo director de la serie. Entroncar la casi perfecta democracia danesa con la imperfecta democracia ateniense que excluía a esclavos, mujeres, plebeyos, con las palabras de un político español, que ha aseverado sin temblarle el pulso que nuestra democracia española no es plena ni perfecta, algo que suscribo pero que tal vez no debiera aventurarse a decir un vicepresidente de gobierno, ya que sería una frase más típica de la oposición. Sí, nuestra democracia es imperfecta. Está plagada de escandalosos y bochornosos casos de corrupción, carencias, castigada por el paro, la precariedad, la pobreza, la falta de oportunidades para nuestros jóvenes y desde hace un año por la pandemia. Pero solo llevamos cuarenta años de democracia y cuarenta años no son nada en el dilatado trayecto de nuestra Historia. Muy probablemente precisamos de otros cuarenta años para mejorarla, perfeccionarla y aclimatarla al gusto de extremas derecha e izquierda, del bipartidismo corrupto. ¿Podremos hacerlo? ¿No está demasiado polarizado el discurso político dentro y fuera de nuestras cabezas? Te asomas un día a Twitter. Yo me asomé el otro día casi solo para felicitar a Irene Vallejo, quien me respondió con excelsa amabilidad, y ves todo ese tremendo estercolero de odio, donde tuiteros ingenuos o suicidas cuentan sus experiencias más íntimas sin ningún pudor o rubor, todos estos tuits de intimidad sagrada , mostrados en público y salpicados por ese maremágnum de odio y hiel viscerales, y te preguntas si la salud mental pública no peligra muy seriamente y con ella nuestra democracia aún imperfecta y no plena. Dos policías agredieron a un hombre y a su hija a la puerta de un bar en Linares. El nivel de odio en Twiter centrado en esta triste y lamentable noticia causaba miedo y terror. Detrás de cada tuitero un justiciero vengativo y cruel. De lo particular, un hecho aislado de dos policías violentos y cafres, se pasó con total impunidad a los argumentos tóxicos maximalistas: todos los policías son sanguinarios asesinos según Twitter. Éste es solo un triste y lamentable ejemplo, pero está a la orden del día en las redes sociales. No me gustaba Trump, pero jamás se me ocurriría sentenciar que todos sus votantes republicanos son el Eje del Mal. Es decir, más de setenta millones de votantes. Como tampoco me da por concluir que todos los votantes de Biden pertenece a un Eje del Bien. Esto no puede seguir así. No es solo en España que las ideologías , las opiniones están peligrosamente polarizadas. Podemos apreciar este peligrosísismo fenómeno, para nada pasajero, como un cáncer globalizado que ha venido para quedarse. Leo en "El infinito en un junco" cómo en el ágora ateniense disertaban Sócrates, Platón, Aristóteles, mezclados con sus conciudadanos y pido al Dios de Todas las Democracias Perfectas e Imperfectas que recapacitemos, que dejemos a un lado el rifirrafe y el odio de las redes sociales y que como mis vecinos ricos, nos reúnamos más los amigos, las familias, con el enemigo con el que discrepas y te llevas mal y disientes porque está en tus antípodas ideológicas, y nos sentemos a conversar, ahora, respetando aforos, con mascarilla, distancia social, pero cuando pase toda esta pesadilla pandémica, retomemos el ágora ateniense real y no virtual. Regresemos a nuestras terrazas y nuestros bares, a nuestras tertulias familiares y con amigos y no solo con nuestros afines. Este ruego lo elevo a nuestros políticos, que se sienten Iglesias y Abascal en una terraza y conversen y se respeten y se escuchen y se dejen de tanta crispación y odio, porque están socavando nuestra democracia imperfecta, llevándolo a un túnel oscuro del que puede que no exista retorno. Basta ya.



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