8 de octubre de 2021

Regresar al Museo del Prado después de dos años y ceder tu entrada a una pareja de turistas porque ya no quedaban más disponibles con aforo muy controlado...disfrutar del entorno exterior mientras un magnífico guitarrista ameniza la velada y te retrotrae a los tiempos de Velázquez, Goya, El Bosco...Esta es la nueva normalidad a la que anhelaba volver. Es muy emotivo y emocionante......

Un joven argentino delante de mi estaba muy nervioso. Me ha contado que ha venido a Madrid solo por un día a una feria del pescado y que estaba esperando a una joven, pero temía que ésta le hubiese dado plantón. Le he consolado diciéndole que afortunadamente el mundo está lleno de otras muchas jóvenes que no le defraudarán. Me ha dado las gracias y me ha preguntado qué le recomendaba ver dentro del museo. "Velázquez, Goya, Greco y El Bosco" he aseverado muy convencida. Me ha pedido varias veces que le guardarse el turno y ha estado buscando a la joven sin lograrlo. Su cara de desconsuelo y preocupación iban en aumento. Prodigiosamente en un último intento y ya cuando casi nos tocaba adquirir los tickets en taquilla, la joven ha aparecido de repente como salida de un cuadro porque era bellísima, tan bella como guapo, apuesto y atento era él. Ella traía idéntica cara azorada. Llevaba ratos buscando el Museo del Prado. Se había perdido por Madrid y nadie entendía inglés. Esta afirmación de ella me ha dejado muy sorprendida. Finalmente nos iba a tocar adquirir nuestra entrada y una joven de seguridad nos ha dicho que solo quedaba una. La joven pareja me la cedía a mí. He insistido si no podían hacer una excepción y dejar pasar a esta pareja de enamorados ya que yo conozco de sobras el museo y para ellos era su primera vez. La joven de seguridad lo ha consultado en la taquilla y el milagro se ha producido. Les han dejado pasar. Me han dado las gracias mientras subían las escaleras de entrada dándose muchos besos y arrumacos. Estas expresiones pasionales de amor son un auténtico y genuino regalo en tiempos de pandemia. De hecho por cada abrazo, beso o estrechar de manos que contemplo, me entran ganas de descorchar una botella de cava o champagne y brindar por el amor y la amistad. Me he sentado junto a un guitarrista que tocaba como los ángeles y he recordado que la última vez que estuve a las puertas del Museo del Prado fue durante una manifestación ecologista a la que asistió Greta Thunberg. Pude verla y casi tocarla antes de que personal de su séquito le aconsejasen abandonar el lugar porque no estaba garantizada su seguridad. Me sorprendió que algún grupo reivindicativo aislado, supuestamente ecológico, entonase cantos muy desagradables y descalificativos contra Greta, que en persona me pareció una niña muy frágil y tímida. Ella se paseó un poco con un séquito de adolescentes que la envolvían como orugas formando un capullo de burbuja de seguridad y se montó en un auto rojo de altísima gama y se esfumó entre una multitud que se contaba por miles y miles de personas ya que mucha gente había acudido a Madrid para disfrutar de la iluminación navideña, la de la Navidad 2019, preámbulo de una pesadilla aún no superada. A muchas personas nos cuesta retomar las rutinas que solíamos. Hoy ha sido para mí un pequeño triunfo de superación.

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