16 de enero de 2022
La Estatua de la Libertad calza sandalias.....
Gracias al concurso El Cazador que se emite en RTVE y que me gusta mucho ver siempre que tengo ocasión, supe que la Estatua de la Libertad calza sandalias. Pese a tener una pequeña estatuilla que trajimos de Nueva York en uno de nuestros viajes, nunca había reparado en ese detalle. No sé bien con qué intención lo dispuso así su escultor, el francés Frédéric Auguste Bartholdi. Tal vez para señalar al mundo entero la fragilidad de este estado y facultad natural intrínsecos a todo ser humano. Así que me he propuesto averiguarlo. Parece existir consenso en que para elaborar el rostro se inspiró en el de su madre y en otros diferentes rostros femeninos, siendo el de nuestra preciada Libertad una síntesis de todas ellas. Es decir que la Libertad sería femenina, toda una señora emulando la diosa Libertad de la mitología clásica, que efectivamente se representaba con estola y sandalias. Pero el espectador en este mundo de toda obra de arte tiene siempre la última palabra, por tanto, personalmente las sandalias me sugieren no solo ese calzado que solemos en tiempo de calor sino, dado que la tenemos a la Señora Libertad siempre a la intemperie, la arriba mencionada fragilidad, lo expuesto a quebrarse, algo que debemos cuidar y mimar con enorme esmero, un delicado y sagrado bien a preservar, proteger y resguardar. Y no escondemos nuestra libertad propia bajo la cama, ni en caja fuerte ni en un cajón sino que la queremos enarbolar cada día con nuestra torpe pero propia libertad de expresión. Escuchamos y leemos por doquier opiniones de lo más variadas. Demasiada gente confunde hoy en día la libertad de expresión y opinión con difundir bulos y mentiras, mancillando nuestra preciada y preciosa libertad. De hecho, se palpa en el ambiente bastante miedo a expresarse libre y plenamente. Es positivo que cada uno de nosotros nos impongamos filtros por educación y cortesía y no soltar la primera estupidez que nos asalte en la cabeza, pero es del todo negativo, harto preocupante que nos sumemos como borregos a difundir esos bulos y mentiras sin someterlos al filtro de una crítica rigurosa, que no censura. Leamos mucho, escuchemos con atención los criterios de las personas que saben, que dominan lo suyo. No nos quedemos con un solo criterio. Aceptemos también escuchar al que piensa diferente si sus argumentos parten de la lógica y el sentido común. Está la opinión pública en el filo de lo imposible a punto de ser engullida cual tsunami por la enorme ola de la desinformación, los pérfidos alogaritmos y los malévolos trolls y troyanos. No lo permitamos. Cuidemos nuestra propia libertad de expresión y la de los demás. Solo así podremos ser realmente libres y a ratos felices.
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