26 de enero de 2024

Como cantaba Luis Eduardo Aute, "Cine, cine, cine, más cine por favor, que todo en la vida es cine, que todo en la vida es cine y los sueños cine son"...

Respeto al máximo a quiénes como el crítico de cine Carlos Boyero siguen frecuentando las salas de cine con el fervor de antaño, pero también hay que respetar a las personas que como yo, hace siglos que dejamos de ir al cine y optamos por verlo en el silencio y recogimiento del salón de casa, adictos a la plataforma de Filmin. Recuerdo aquella anécdota que una vez conté en mi blog sobre Javier Marías, al que vi en un Corte Inglés, en la época de la fiebre del DVD, que vino a reemplazar el formato VHS en los hogares y videoclubs, comprando una ristra de por lo menos veinticinco películas. Intentaba ver qué títulos había comprado, pero lo único que pude apreciar es que eran películas en blanco y negro del cine clásico. Aquella anécdota venía a demostrar que Javier Marías era de los míos, del clan de los que preferimos ver cine en casa. Hemos recibido ácidas críticas por parte de los cinéfilos, pero esta vida debe fundarse en el respeto mutuo, así que si mi decisión es amar, adorar y sentir auténtica pasión por ver una película en el oasis de mi casa, te pido el mismo respeto que yo te profeso a ti, quién cada sábado compras on line tu entrada de cine y disfrutas de tu película elegida, mientras te zampas un tanque de palomitas. En casa vemos "cine" casi a diario. Ayer nos vimos "El mago" del director Guy Green, un truño monumental e infumable de 1968, pese a las excelentes interpretaciones de Michael Caine, Anthony Quinn, Candice Bergen y Anna Karina. De haber ido al cine a verla, al salir, habríamos exclamado aquella coletilla impregnada de honda decepción, "Dinero tirado". Basada en la novela de John Fowles, con guion a cargo del mismo escritor, te haces la eterna reflexión: no todos los libros son aptos para ser llevados al cine. Con ciertos libros es un sacrilegio y no se debiera ni intentar. Lo curioso es que en la web de crítica de cine, FilmAffinity, la película cuenta con fervientes adeptos. "Una experiencia única" nos dice uno. "Una rareza incomprendida" defiende otro. Una vez más, respeto. Respeto a quienes les haya podido gustar. Ayer también me vi en Netflix, "Maestro" dirigida e interpretada por Bradley Cooper. Si me dejo llevar por la crítica adversa de Carlos Boyero, no la veo, pero nada como el instinto y criterio propio. Me ha encantado. Al parecer, recibió una ovación de siete minutos en Venecia. Bradley Cooper borda la dirección y la interpretación del legendario compositor Leonard Bernstein. Carey Mulligan, magnífica en el papel de Felicia Montealegre. En España, la crítica le está siendo desfavorable. Se le recrimina a Cooper la caracterización grotesca, "exagerada y bufonesca". Pues bien, precisamente esa caracterización me ha parecido uno de los ingredientes contundentes e importantes de la película. Le confiere un toque teatral muy atractivo. Por descontado que el propio Leonard Bernstein fue en vida un personaje controvertido, precisamente por su actitud en el podio, siempre muy gestual y extrovertido. Hay un momento en la película en la que el personaje protagonista dice amar al público y la gente y esa pasión queda muy bien conceptualizada en la película. Expresa además un amor fraternal que va más allá del sexo y su condición de bisexual. Amaba a su esposa e hijos incondicionalmente. Este amor también queda patente en la película. Bernstein-Cooper en un momento dado nos viene a decir que toda obra de arte no debe facilitar respuestas, sino que debe de abrir nuevos interrogantes. En el séptimo arte, que es el cine, no estoy muy de acuerdo con esta concepción: los espectadores son altamente exigentes y quieren respuestas, quieren un argumento redondo y comprensible. Si se les brindan enigmas indescifrables sin respuestas, como en la película anteriormente citada "El mago", los espectadores se decepcionan de manera tan profunda que al salir del cine, exclaman con toda la razón, "Devuélveme el dinero" y si han visto la película en casa, "Menos mal que no fui al cine a verla". Con "Maestro" o "La sociedad de la nieve" que también he visto, justo es reconocer que yo he exclamado, profundamente arrepentida, "Qué pena no haberlas visto en cine". "Cine, cine, cine, más cine, por favor...".

 

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