3 de enero de 2024

"Volare ( Nel Blu di Pinto di Blu)"...

Esta mañana a eso de las seis me ha despertado el grito desgarrador de una mujer. Corriendo he abierto una ventana, pero solo se escuchaba el sonido de la lluvia chapoteando sobre tejados, coches y el asfalto. Me he vuelto a la cama y he recordado que, momentos antes, estaba soñando que volaba. Pertenecía a toda una comunidad de seres humanos voladores. Lo de "comunidad" es un decir, porque cada quién volaba a su aire y a su bola, tal como lo solemos hacer los humanos prosaicos que solo caminamos sin capacidad de volar. Me sentía libre y feliz. Como se dice ahora, "empoderada". Empoderada al máximo sobrevolaba la urbe, cuando me he percatado de que un joven me seguía, él también volando. He pensado que lo mejor sería aterrizar en cualquier parte antes de correr el riesgo de estamparnos en el aire y chocar entre ambos o atravesar violentamente una nube. Los dos nos hemos encontrado en una azotea desangelada, en la que no había ni antenas ni ropa tendida, algo verdaderamente extraño. El joven me ha confesado que estaba perdidamente enamorado de una joven que no le correspondía y me ha preguntado qué podía o debía hacer. Le he contestado que el mal de amores se cura con la edad. A qué edad, me ha preguntado él. A los cincuenta y cuatro, le he respondido con plena capacidad de convicción. "Llega un momento en la vida aérea y terrestre en la que ya no te enamoras nunca más y solo te amas a tí mismo. A los demás los amas fraternalmente sin deseo ni pasión". El joven se ha quedado algo triste, pero para agradecerme el consejo se ha empeñado en regalarme todas las viandas que acababa de comprar en el supermercado. Le he dicho que de ninguna manera las iba a aceptar, que la comida con la inflación estaba muy cara y que a él siendo joven le harían mucha más falta que a mí. Lo cierto es que todo lo que me ofrecía eran productos carnívoros y yo soy vegetariana. Tal vez, si me hubiese querido obsequiar unas manzanas y brócolis, le hubiese aceptado el obsequio. A todo esto, me he quedado dormida de nuevo y he vuelto a soñar que volaba. En esta ocasión he sobrevolado un local enorme, algo parecido a un pabellón deportivo, donde se impartían clases de yoga y meditación a un grupo multitudinario de personas. Increíble la cantidad de gente congregada allí. He decidido aterrizar y sumarme a la sesión colectiva de meditación. Al terminar, nos ha dicho la profesora, una mujer de mediana edad, que lamentándolo mucho, aquella sería la última clase, ya que el ayuntamiento que les cedía el pabellón, tenía intención de venderlo a una empresa privada. He pensado que hasta en los sueños se privatiza lo público, qué barbaridad. Estábamos todos muy apenados por la noticia, cuando me ha despertado de nuevo, otro grito desgarrador de una mujer. De nuevo, me he levantado corriendo y he abierto la ventana, pero el grito había cesado y no había forma de saber de dónde había provenido. Entonces he recordado que un inmueble cercano al mío, reside una mujer joven filipina con un grave problema de salud mental. Hace muchos meses que no sé de ella. Antes la veía siempre apostada de pie en la calle a la altura de su portal con mirada ausente, con aspecto de estar muy bien atendida por sus familiares. He deducido que los dos gritos desgarrados eran suyos y que su familia cuidaba bien de ella, pero lo cierto es que ya no he podido dormir más. He optado por tomar una ducha y un café y leer la prensa del día. Volar solo se puede en sueños y de noche. Que tengan ustedes muy buen día y Muy Feliz 2024.

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