9 de febrero de 2024

La globalización está muy a tiempo de rectificar su torcida y tortuosa senda...#TomaTomateEspañol...

En estos días, los consumidores de frutas y verduras nos estamos enterando, estupefactos, de cantidad de circunstancias que desconocíamos en relación a la globalización en este delicado sector. Más bien, habría que decir que sí lo hemos sabido siempre, pero para el pobre consumidor su día a día ya es suficientemente difícil y suele correr tupido velo para no morir entre tanta maraña de desafíos y graves problemas de la época actual. Con todo, somos muchos que desde hace tiempo miramos etiquetas y procedencias cuando llenamos nuestra cesta de la compra. En lo que a mí respecta, procuro siempre adquirir producto local, hasta el punto de llevar mucho tiempo sin consumir determinados productos porque no llevan el sello "Made in Spain" y porque me parece vergonzoso que se precisen kilómetros y kilómetros de transporte por tierra, mar y aire para degustar un kiki o un puñado de maíz. Con todo, siempre me han encantado las cebollas francesas. Formaban parte de nuestra dieta casi diaria. Digo formaban porque ya no, desde que empezaron las protestas europeas de los agricultores y hemos visto a los franceses destruir nuestro producto, entrando hasta en los supermercados para arramblar contra todo producto español con saña y vandalismo más propio de saqueadores ladrones que de nobles trabajadores de la tierra. Siempre he admirado a los franceses y su valentía y valor a la hora de reivindicar y luchar por sus derechos, pero en esta ocasión, digo bien alto que así NOooooooo. No solo están logrando un boicot a los productos franceses sino que nuestros agricultores también han decidido devolverles la brutal pedrada donde más duele y ahora tienen intención de entrar en supermercados AlCampo y Carrefour para hacer lo mismo con los productos franceses. Lamentable guerra entre agricultores europeos que debieran estar unidos ante la competencia desleal de países no europeos. Muy triste y lamentable. En casa seguiremos consumiendo producto local en la mayoría de lo posible, no solo por apoyar a nuestros agricultores en sus legítimas reivindicaciones sino porque nos parece que si queremos combatir el cambio climático, es del todo absurdo que las cosas del comer vengan de tan lejos. En cuanto a las reivindicaciones no legítimas, como pretender tumbar la agenda 2030 por "cojones" no estamos de acuerdo. El cambio climático es el desafío más grave al que nos enfrentamos y la agenda 2030 debe de marcar el horizonte a corto, medio y largo plazo. Es entendible que los agricultores exijan que todos los países y no solo los europeos, cumplan con los objetivos exigidos. Es perfectamente entendible. Es entendible que pidan que se rebajen estas exigencias en tanto muchos países no europeos por su precaria situación o por estar en graves conflictos y guerras, sean incapaces hoy por hoy de cumplir con tan exigente y draconiana agenda. También pedimos los consumidores que los políticos escuchen y se lleguen a acuerdos cuanto antes, porque la fuerza reivindicativa de los agricultores paralizan ciudades y pueblos y perjudican en estos días de manifestaciones la vida de muchísimos ciudadanos. Ya no digamos el terror que nos invade al pensar que pueda haber falta de suministros y carencia de productos en nuestros supermercados y tiendas del barrio y el encarecimiento que ello puede conllevar. Esta delicada situación nos atañe a todo el conjunto de la sociedad y resulta ridículo ver a los medios intentar dar una explicación ideológica, cuando los productos de la tierra, un tomate o un pimiento no tienen ideología ya que degusta un tomate tanto una persona de izquierdas como de derechas o un ultra. Que sí,me dirás, que todo es política, pero en las calles vemos protestar a agricultores de derechas, izquierdas, ultras y hasta a muchos que hace tiempo no votan. Y los consumidores somos también de variopinta y variada ideología con muchos desencantados que no votan y que desde hace mucho tiempo no pueden consumir frutas y verduras por sus altos precios. Sus dietas tan precarias son el espejo y reflejo de sus paupérrimas economías domésticas. Así que frutas y verduras de calidad y a precios asequibles, con un respeto medioambiental para todas, todos y todes es lo que debiera lograrse con estas manifestaciones legítimas.

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