El otro día cuando conversé con el señor venezolano, tan amable y educado él, me acordé de una amiga venezolana de la que llevaba mucho tiempo sin saber nada. Podía haberme acordado de todas mis maravillosas amistades venezolanas, magníficas y entrañables, pero me vino casi como una obsesión el recuerdo de esta amiga, que por motivos de trabajo cambiaba mucho de ciudad y cuando se fue de Madrid, me contó muy ilusionada que le habían surgido nuevos proyectos en otra Comunidad Autónoma. Cambié de número de móvil y perdí su contacto. Conversábamos a veces por el Messenger de Facebook o en Instagram, pero como también dejé las redes sociales, le perdí la pista. Era una persona muy sociable, con una activa vida social, una belleza espectacular y un corazón de oro. Tan simpática, siempre nos reíamos mucho cuando charlábamos juntas. Creo que se te congela en la memoria la imagen de una persona muy querida que crees conocer y la encasillas en un determinado perfil y esa imagen que te has forjado de ella, no te permite ver el dolor y el sufrimiento que en un momento dado pueda estar padeciendo. Yo guardaba de ella el recuerdo de una persona muy alegre, vital, que no se amedrentaba ante nadie y ante nada. Desconocía que estuviese pasando por un cuadro depresivo devastador. Sí que recuerdo cómo le cambiaba el rostro , cómo se ensombrecía su preciosa mirada, cuando me contaba la dramática situación de su país tan agónica de tantos años. Yo intentaba entonces desviar la conversación hacia otros temas amables porque la veía sufrir, la veía sufrir cómo veo sufrir a todos los venezolanos en España con los que he tenido ocasión de conversar. No hace tanto un joven universitario me contaba que estaba siendo tratado de una severa depresión porque la deplorable situación venezolana le era insoportable. Ayer me comunicaron que mi amiga no resistió más y se suicidó. Vuela alto y libre al fin, querida amiga. Descansa en paz, alma bella. Tengo el corazón roto y cómo lamento habérme desentendido de no seguir cultivando nuestra amistad. Di por sentado que estabas bien. Qué persona tan torpe soy.
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2 comentarios:
No te culpes, Xela. Eso nos pasa a todos: desatender amistades en 3D o en red y enterarnos demasiado tarde de sus fallecimientos.
Mi nuera y sus hermanas nacieron en Venezuela. Sus padres gallegos vivieron allá 30 años, en la linde de la selva amazónica. Cuando Chaves llegó al poder quiso expropiarle todos los bienes a mi consuegro, el cual regresó con su familia a su tierra natal.
Sabemos que la vida es muy dura para los nacionales, para quienes hemos nacido aquí, pero como emigrante, hija de la emigración sé que es bastante más dura para las personas inmigrantes. Con qué frivolidad se expresan todos esos odiadores de derechas y ultraderechas y hasta de izquierdas (en Alemania tienen un partido socialista anti inmigracion). Te dicen con una ignorancia maliciosa que deben quedarse en sus países y arreglar sus propios problemas, olvidando todas las ayudas que su propio país europeo ha recibido para salir adelante y cómo la colonización sigue esquilmando recursos y pisándoles la esperanza y la vida. No sé cuál es la solución. No parecen ser ni el capitalismo ni este socialismo bolivariano empobrecedor. En fin, mientras tanto millones de personas sufriendo muy por encima de la capacidad tolerable humana de sufrir.
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