3 de diciembre de 2024
De mayor quiero ser como #PepeMujica...
Envejecer es una putada de las grandes. No lo es solo porque hoy notas que tienes menos energías que ayer y no albergues la esperanza de tener más energías mañana. No lo es solo porque en un momento inopinado del día, te asalten recuerdos del pasado, unos bellos y luminosos como el día y otros oscuros como la noche, siendo estos últimos como una puñalada que alguien te clavara en el corazón y que te hacen preguntarte por qué cometí ese error, por qué no lo vi venir, por qué perdí mi tiempo con determinadas personas que no merecían ni medio segundo de mi preciado y precioso tiempo, por qué me embarqué en determina empresa infructuosa, por qué confíe tantísimo en el ser humano, cuando los seres humanos siempre defraudamos. No lo es solo porque los achaques son consustanciales al proceso de envejecer: hoy te han dicho que te han subido la tensión y el colesterol y te recomienda el doctor medicarte y vas y le dices, la pastilla de la tensión sí acepto tomarla, pero las estatinas no. El médico, no sabemos si por tu bien o porque vive aterrorizado por los recortes en nuestra Sanidad Pública, decide llenarte de pruebas y tú vas y le dices, esta prueba sí, pero esa otra no, como queriendo tener un poco de control sobre tu vida, como queriendo decirle al facultativo que el timón de tu barco lo gobiernas tu. El médico, resignado ante paciente tan obstinado y terco, accede, se despide de ti sin despegar la vista de su ordenador (casi ni te ha mirado durante toda la consulta como si tu salud estuviese ubicada fuera de tu cuerpo en la pantalla de un monitor) y tiende su mano con una receta de pastillas para la tensión, diciéndote "tómese la tensión dos veces al mes y nos vemos en enero del año próximo". Antes de irte, te entran ganas de preguntarle a este doctor tan joven, que podría tener la edad de tus hijos, si ni siquiera me ha mirado a los ojos por la putada que es envejecer, porque a partir de ciertas edades las personas no merecen ni una mirada. Pero opto por callar y rezar porque Santa Lucía le conserve la vista, ya que mirar tan fijamente a la pantalla del ordenador y no mirar a los pacientes que transitan por la putada del envejecer, bueno para su salud visual no debe ser. Pero, insisto, envejecer es una putada. No solo porque de joven imaginaste que jubilarse era entrar en una etapa de la vida en la que al fin, al verte liberado del trabajo, podrías desarrollar y disfrutar de todas aquellas experiencias que no pudiste disfrutar de joven, pero al jubilarte te das cuenta de que no cunden ni las energías ni el tiempo. No hay energías para desarrollar aquellos ambiciosos proyectos vitales y el tiempo se escapa con la rapidez del rayo. Entonces, sabes con una certeza palmaria que envejecer es una putada pero no solo por todo lo relatado anteriormente. Hay algo más que convierte el envejecer en esa putada mayúscula pero no lo sabes describir y lees una entrevista dedicada a Pepe Mujica y él, con su sabiduría increible, te da la clave al pronunciar una frase mítica: " Quise cambiar el mundo, pero no lo cambié un carajo". Ahí le has dado, querido y maravilloso Pepe Mujica. He aquí la frustración inmensa que conlleva la putada de envejecer. Quienes hemos dedicado durante nuestra vida enormes esfuerzos personales por intentar alcanzar un mundo mejor, por intentar cambiarlo, según vamos cumpliendo años vamos asimilando que no hemos logrado, como muy bien dice Pepe Mujica, "cambiarlo un carajo". Cada día te asomas al mundo leyendo la prensa y produce vértigo comprobar que tamaños esfuerzos alguien los vertió por un sumidero y que como reza el tango, "el mundo es y será una porquería" siempre: gobiernos genocidas y colonizadores que van de abanderados de las democracias no dejan de matar y mutilar; políticos neoliberales sin escrúpulos y sin talento ninguno no dejan de esquilmar las arcas públicas para sus pingües negocios; determinados medios de comunicación no paran de sembrar bulos, mentiras y difamar, porque miente y difama que algo queda; gente sufriendo porque dedican las principales horas de sus vidas a trabajos precarios y deben destinar el escuálido sueldo a pagar alquileres o hipotecas abusivos por unas mierdas de casas que no valen un pimiento; trabajos tan necesarios por el envejecimiento poblacional, como son los de los cuidados domiciliarios o en residencias, o el de personas dependientes, que no se dignifican ni retribuyen porque estos mandamases que dominan el mundo valoran más unas vidas que otras y porque saben que envejecer es una putada mayúscula y por tanto, te jodes. Afortunadamente, las escasísimas personas como Pepe Mujica que saben envejecer sin odio ni rencor, las tenemos entre nosotros para dar esperanza a nuestra juventud y es a estas personas a quienes hay que escuchar una y mil veces. Por ellas, aunque envejecer siga siendo una putada, un día más nos levantamos de la cama y nos decimos que hay que seguir sí o sí, porque aunque el mundo no cambie un carajo, viviremos soñando que un mundo mejor y sin fascismos es posible. Y hay que hacerlo muy especialmente por nuestros jóvenes y su futuro. Infinitas gracias, Pepe Mujica.
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