15 de mayo de 2019

Carta azul al poeta azul, que estás en los cielos azules de la Libertad Eterna...

Mi muy admirado poeta insigne Rubén Darío, te escribo esta misiva alada y azul para contarte que cuando fui a la librería a comprar tu libro Azul, todos los libros de poesía estaban ubicados en el sótano de ese gran almacén de Preciados en Madrid. Estaban todos ellos rodeados de libros de autoayuda, superchería de Ciencias Ocultas, libros de cocina, porque ahora a todo el mundo le ha dado por aspirar a ser un gran Masterchef de Los Fogones de su Casa. Eso cuando no te meten a un invitado de ilustres hazañas dentro de un casoplón de un tal Bertín. Te diré, querido amigo. Me permito llamarte amigo y tutearte porque pareciera que te conozco de toda la vida y todas las vidas reencarnadas pasadas, presentes y futuras. Te diré, decía, que aquel poeta tuyo azul muerto de tristeza y pena azules con sonrisa congelada, sujetando el manubrio de una caja de música en el jardín del Rey Burgués, de resucitar ahora, se nos volvería a morir de hastío y asco superlativos. Lamento decirte que en este siglo XXI que alcanzó su mayoría de edad el pasado año, no alumbra ni piensa alumbrar ningún sol del día venidero, ningún ideal noble y de altas miras y horizontes lejanos. Tampoco tiene visos de alumbrar a ningún vate de la poesía vestido con manto de oro y envuelto en llamas. La cosa pinta fatal, mi muy querido amigo. Te seguiré informando en sucesivas misivas etéreas y aladas.

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