6 de abril de 2020

Día 1. El Día de Paula. El Primer Día del Estado de Alerta, cuando muchos confundieron Pandemia con "Todos pa Denia"... Ilustración de Paula por gentileza de mi hijo Álex......

Paula, hija de un tendero de ultramarinos toledano y ama de casa, la mayor de tres hermanas, sabe obtener entusiasmo y espíritu positivo de debajo de las piedras. El domingo por la tarde ya les había metido a todos en vereda, mucho más que la autoritaria Helena, organizando equipajes y dando órdenes a unos y a otras. "No se te olviden bañador y crema solar que allí hay piscina". "No llevéis demasiada ropa que estaremos todo el día en casa. Lo justo para escaparnos al supermercado o al estanco" "Meted vuestros portátiles en la maleta que algo habrá que estudiar, digo yo" "Algún libro, por favor"...Parecía un poco la madre de todos. Los dos coches, el de Daniel y Paco, llevaban los maleteros atiforrados de maletas y enseres hasta arriba, era como si las derechas y las izquierdas del país, representadas en la figura de estos dos jóvenes (Daniel procedía de rancia familia de derechas y Paco, de progre y moderna familia muy pudiente de izquierdas que había medrado con el negocio farmacéutico) se hubiesen unido, válgame-Dios-parece-imposible, en una causa común, la de ofrecer sus propios autos gratuita y solidariamente al conjunto de la comunidad. "Recordad llevar la documentación en regla del coche y vuestros DNIes", apuntó Paula y Helena en tono déspota lo vociferó como una orden de obligado cumplimiento: "Espero que hayáis pasado la ITV de vuestros autos y que ambos tengan SOA y que vuestros DNIes no estén caducados". Helena les dedicó una de esas sonrisitas suyas malévolas. Daniel y Paco asintieron sin pronunciar ni una palabra. Resumiendo, por increíble que parezca, toda la tropa llegó a la finca de los padres de Daniel en Extremadura, cuyo lugar omitiremos para no ofrecer geocalización y que se puedan librar de la multa gorda por huir despavoridos de Madrid de manera tan irresponsable y pueril. Ya dijimos que eran jóvenes y ricos y qué se puede esperar de nadie cuando se padecen ambas enfermedades. Fue cosa como de milagro que no tuviesen que parar en los diferentes controles policiales que se dieron por las carreteras de todo el país. Las estampas en todos los noticieros y redes sociales mostraban a demasiada gente que había confundido la pandemia con el mes de vacaciones, unos eligiendo montaña y otros playa como destinos favoritos. Bastantes serían esos que luego le criticarían al gobierno de la nación la manifa del 8M, que fue un acto irresponsable desde luego, pero no el único. Paula les había dicho a sus compañeros y amigos que hay una responsabilidad individual que cohabita con la colectiva y que la escapada a la finca extremeña no dejaba de ser un acto incívico, pero, "bueno, nosotros salimos el domingo, un día antes del Estado de Alarma y en Extremadura nos vamos a comportar. Os ruego que no demos la nota. Debemos intentar pasar desapercibidos lo máximo posible". Todos asintieron y Helena añadió "ya estaré yo para comprobarrrrrr que esto será así", mientras exhibía unos gestos faciales que infundían cierto miedo. Paula pensaba de ella que era una narcisista psicópata, pero como pagaba puntualmente sus recibos de alquiler, luz, agua y teléfono, siendo de hecho la única que los pagaba antes de iniciar el mes, comentaba de vez en cuando a sus amigos que había que correr un tupido velo y aceptarla como una más del grupo y ver su fondo bueno, porque según Paula todo el mundo tenía en el fondo calidades humanas escondidas en su corazón. La ingenuidad de Paula enamoraba desde luego. En la finca reinaba un orden y limpieza impolutos. La Seño Gloria se encargaba del cuidado de todo en ausencia de los señores. Había quedado en su pueblo confinada, por lo cual ya no podría acercarse a limpiar. Por tanto, Daniel pidió a sus amigos que procurasen manchar lo menos posible y cuando llegase la hora de irse harían una limpieza general. Había habitaciones para todos y sábanas limpias en cada cama. Gloria lo dejaba todo limpio como los chorros del oro. Contaban con suministros de luz, agua, gas y wifi. "Sería una experencia sensacional", gritó Paula llena de júbilo con su habitual dechado de optimismo. Se sentían muy cansados de un viaje tan largo. Ya era de noche y decidieron acostarse y emplazar para el día siguiente, lunes las veladas nocturnas.Al día siguiente, todos refirieron haber dormido como lirones a pierna suelta. Los colchones de las camas eran espectaculares. Ni punto de comparación con sus camastros de metro ochenta de Malasaña. Paco preparó café y sirvió croasanes. El agua de la piscina estaba tan limpia y lucía un sol tan radiante que Paula le preguntó a Daniel si se podían dar un baño. Medio segundo después ya estaban todos en el agua sin respetar la digestión del desayuno. El agua estaba helada pero pronto entraron en calor. En la zona de relax y tumbonas había un televisor y Daniel lo puso en marcha. Se tumbó para ver las noticias. Paula hizo lo propio mientras secaba con una toalla su larga melena morena. El presidente del país explicaba la situación. Fernando Simón iba dando detalles sobre el Coronavirus. Poco a poco todos fueron saliendo del agua y se arremolinaron en torno a Paula y Daniel para sumarse a la audiencia:

- ¡Caray, cuánto uniforme! Ni que estuviésemos en guerra - exclamó Paula.

- Estamos batiendo una batalla contra un enemigo invisible, el bicho éste de los cojones. - respondió Fernando al borde de la lágrima.

- No te preocupes, Fer. Venceremos al bicho. Esto en unos días ya lo tendremos superado - le consoló Paula abrazándolo y acariciando su melena despeinada y mojada - ¡Qué guapo estás sin gafas y con gafas! ¡Tienes unos ojazos increíbles!

Daniel les conminó a que solo viesen "el parte de guerra" un ratito por la mañana y que el resto del día se olvidasen de ver o escuchar noticias, pero todos llevaban el móvil y sería muy difícil, por no decir imposible, sustraerse a Twiter, Instagram o Facebook. Con todo, el día pasó como si fuese un extraño día de vacaciones y asueto. Pronto se les hizo de noche. En torno a unas pizzas y cervezas se juntaron todos en el salón de la casa, sentados en el suelo y al terminar de comer, las risas y chanzas que no pudieron confeccionar la noche anterior por culpa del cansancio, ahora brotaban como mágicas gotas de ensalmo. Paula les dijo:

- Voy a contaros una historia real y verídica como la vida misma y creo que cada noche podríamos destinar este momento para que uno de nosotros contase la suya personal e intransferible. ¿Qué os parece?

Todos asintieron. Les pareción muy buena idea.

- Pues bien. Allí va la mía. Será divertida y jocosa. Esta anécdota me la contó mi abuela Pepita. Me dijo que de recién casadas su amiga Lola y ella eran vecinas. Vivían en el mismo bloque de pisos. Su amiga Lola le comentó a su marido que el fregadero de la cocina estaba averiado. El marido, muy solícito él, decidió ponerse manos a la obra para repararlo. Lola entretanto salió a la compra. Su marido desmontó absolutamente todo y le sucedió lo típico que nos pasaría todos y todas ignorantes en la materia: cuando tenía todas las piezas desmontadas no era capaz ni de saber dónde estaba la avería ni tampoco se vió capaz de montar de nuevo todo el tinglado. Así que decidió ir a buscar a su amigo Manolo que vivía dos casas más allá. Faltaban unos diez minutos para que los hombres del pueblo fuesen a trabajar en una época en la que casi ninguna mujer trabajaba. Manolo, experto único en fontanería, se puso manos a la obra agachado con la cabeza metida debajo del fregadero. Mientras el marido de Lola estaba en su habitación vistiéndose para salir al trabajo en cuanto Manolo acabase. En esto llegó Lola cargada de la compra. Dejó todas las cestas (por aquel entonces las mujeres iba a la compra con cestas de casa y no se usaba el plástico como ahora) en el suelo y encima de la mesa de la cocina. Ni corta ni perezosa se acercó a Manolo pensando que era su marido, se agachó y con su mano derecha le agarró los cataplines mientras muy contenta decía "¡Pero qué huevos tienes, mi Paco! El pobre Manolo que no se esperaba tamaña osadía, se pegó un susto de órdago y fue tal el golpe que se dió contra el mueble del fregadero de la cocina que se le formó un chichón importante. Salió de debajo del fregadero muy asustado y dolido y cuando Lola vió que aquel no era su marido, fue corriendo a la nevera por la cubitera de hielos y con un paño de cocina le ofreció los hielos a Manolo mientras exclamaba muy compungida "Perdón, perdón perdón. Por favor, te ruego que me perdones". En esto entró Paco en la cocina y preguntó: ¿Pero qué ha pasado?. Manolo respondió "Preguntáselo a la bruta de tu mujer?" jajajaja.

Rieron la mayoría, menos Fer y Helena que recibieron la historia con desagrado. En toda fiesta siempre hay aguafiestas, algo que la buena compañía y unas cervezas siempre siempre siempre es capaz de remediar. Aquella noche rieron de lo lindo y estuvieron hasta las tantas dándole al palique. Se acostaron en aquellos colchones maravillosos. Paula se dijo antes de dormir "Mañana sin falta tengo que mirar de qué  marca son estos colchones".

Y colorín colorado así finaliza el Día 1 del confinamiento.

                                                                                 
CONTINUARÁ

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