7 de abril de 2020

Día 2. El Día de Francesca. Martes 17 de marzo, el día en que los agentes de policía dejaron de informar y amonestar para pasar a denunciar las conductas incívicas y hubo unas cuantas...con un dibujo de Francesca gentileza de mi hijo Álex, prosigue este sainete de Decamerón humilde y sencillo y sin ninguna pretensión...

Francesca consiguió una beca Erasmus+ por sus brillantes calificaciones en su Carrera Universitaria de Humanidades. Nació en Milán el uno del uno del uno. Es decir que tiene diecinueve años recién cumplidos en este 2020 tan particular y surrealista. Este detalle natalicio tiene para ella un significado alquímico y espiritual especial. También hay que explicar que su corta vida ha venido jalonada de circunstancias muy particulares. Sus padres fallecieron en un accidente automovilístico cuando ella tenía dos años. Se ha criado y crecido con mucho amor y alegría en la casa de su bisabuela, abuela, una tía y una prima. Las cuatro se llaman Antonella, pero para distinguirlas de siempre, desde que Francesca tiene uso de razón, a la bisabuela la llaman Antonia, a la abuela Antonella, a la tía Antonieta y a la prima Nella o Nellita. Un día Francesca preguntó por qué ella no podía llamarse Antonella también y todo aquel matriarcado en pleno tomó la decisión de sentarse en torno a la niña de ocho años para explicarle que su mamá se había llamado en vida Francesca y su papá Vitorino, y que había sido bautizada con el nombre de su mamá para abrir una nueva línea de nomenclatura única, unívoca, familiar intransferible, de tal suerte que si un día nuestra Francesca tenía una hija, se esperaba de ella que su retoño (las Antonellas de aquella familia no dominaban el lenguaje inclusivo) se llamase Francesca como su madre y ella misma, inagurando así una nueva saga tan maravillosa como la de las Antonellas. Esta decisión, añadía la bisabuela,"venía bendecida por sus padres que la miraban y cuidaban desde el cielo de los justos. Amén". Francesca se conducía por la vida como si un aura o halo protector la envolviese, de tal suerte que todo le resbalaba, tanto lo bueno como lo malo. Era un ser feliz. Le apasionaban los idiomas y tenía un don para las lenguas. Dominaba francés, inglés y español, pero el español era su lengua dilecta. La dilección es la voluntad honesta, el amor reflexivo. Eso era para ella la lengua española, que no los españoles a los que veía como a sus paisanos italianos, bastante neuróticos y desequilibrados, pero dado su talante, eso también le resbalaba y le importaba un comino. Por ello, le era fácil convivir en un apartamento de Malasaña en Madrid con varios españoles. De hecho admiraba en ellos ese punto loco, entusiasta y bipolar del carácter español. En Madrid se sentía como en casa y ahora en la finca extremeña de su amigo Daniel, también. Era además la primera vez que ella estaba en una casa tan grande con piscina y con tantísimos lujos y comodidades. Su familia, la de las Antonellas eran ricas, pero muy muy tacañas y Francesca siempre había crecido en un entorno de austeridad, escuchando machaconamente de sus cuatro madres "que había que guardar para que ella pudiese ir a la Universidad, la mejor de Milán por supuesto". Lo cierto, es que Francesca nunca sintió carencias de ningún tipo. Nació con la austeridad impregnada en sus genes. En Madrid, con sus amigos y compañeros de apartamento, pese al tener la mayoría familias ricas, se vivía también con cierta austeridad, aunque nunca faltaban buenas viandas y cervezas. Lo único que nadie cocinaba como su abuela Antonella. Ni siquiera los espaguettis. Su abuela podía haber sido chef de alta cocina. En la finca extremeña los hábitos alimenticios continuaban en la misma línea de mucha comida basura. Francesca procuraba comer muchas ensaladas y alguna pieza de fruta y tímidamente de vez en cuando conminaba a sus amigos a que comiesen un poco mejor. "No te preocupes, Francesca. Eso llegará el día que nos independicemos con unos buenos trabajos. Lo primero que tendremos será una persona que nos cocine como Gracita, la señora que cocina en casa de mi madre y mi padre" le explicó Daniel. Francesca alucinaba con las salidas pijas de este personaje, que se las daba de transgresor y fanfarroneaba con la posibilidad de ser capaz de vivir debajo de un puente sin el colchón económico familiar. Pero, al segundo Francesca olvidaba todo comentario cargado de polémica, porque a Francesca como ya dijimos, se la pelaba absolutamente todo.....Aquel martes, segundo día de confinamiento, ni siquiera habían reparado en que llevaban dos días sin salir fuera del recinto enorme de la finca. Podían bañarse y nadar en la piscina, jugar al ping pong, estudiar un rato o leer, muscularse en el gimnasio del sótano y contaban aún con suficientes víveres, porquerías precocinadas envasadas en plástico. La finca contaba además con una excelente bodega y Daniel les dijo que cuando se acabasen las cervezas podrían beber buenos Riojas y Riberas de Duero. Así que la noche caía casi sin darse cuenta. Pasaban las horas volando. Llegó la hora de sentarse todos juntos formando un corro en el suelo del salón sobre una magnífica alfombra que Daniel cubrió con sábanas para que no se manchase. Paula le dijo a Francesca: "Preciosa, te toca. Es tu turno. ¿Qué historia nos traes para la noche de hoy?". "Muchas gracias, Paula. Verás, mi historia no será ni jocosa ni divertida como la tuya. Esta historia nos la contaba mi bisabuela Antonia, que siempre se ha considerado una milanesa de pro, como si los milaneses fuésemos seres especiales de otro planeta, y ya veis que no lo somos porque ya veis que Milán está en confinamiento riguroso y mi bisabuela, la pobre con ciento tres años, mi abuela, mi tía y mi prima están en casa sin poder salir. Solo sale mi prima a la compra y a la farmacia para traerles los medicamentos a mi bisabuela y abuelita. Cada día hablo con ellas por vídeoconferencia. Sé que están bien y bastante tranquilas porque nosotras somos de talante pacífico y sereno. Es raro que perdamos los nervios por nada. En fin, que no me extiendo más y paso a contaros la historia que me contaba mi bisabuela cuando de chica ella me hacía sentarme en una silla, mientras ella sentada en su sillón, me explicaba con su ternura, pero firmeza habituales, que las historias hay que escucharlas con la columna vertical derecha. Es por ello que siempre me veréis erguida como un árbol tieso. Es porque mi bisabuela me contaba muchas historias cada tarde después de la merienda y antes de encender el televisor. Era nuestra rutina diaria. Sin más dilación esta es la historia rigurosamente cierta. Es bien sabido que Milán desde el siglo VIII alcanzó gran prosperidad gracias al gobierno de los arzobispos. Si los nobles Visconti lograban gobernar generando más y más prosperidad era gracias a la impronta de los arzobispos en tan singular hazaña. Como sabéis en el Siglo XIV la peste negra asoló toda Europa y Asia, alcanzando su punto álgido entre los años 1347 y 1353, es decir, seis interminables años, nada comparado a nuestro confinamiento de unos días o meses, tal vez llegue a ser un año en algunos lugares o un poco más, pero nunca tantos años como duró aquella funesta muerte negra. Las estimaciones de veinticinco millones de muertos solo en Europa se quedan muy cortas. Es muy difícil a día de hoy conocer la cifra exacta de muertos en ambos continentes. Sabéis que el brote fue causado por una variante de la bacteria Yersinia Pestis. "Pestis" en latín significa enfermedad o epidemia. Por tanto, no se le asignó el nombre del bicho que provocó tamaña pandemia y mortandad. Ya sabéis que la gripe española recibió injustamente este nombre, ya que su origen fue en Kansas en EEUU. La peste negra tuvo su origen en Asia y por las rutas comerciales y el movivimeto de marineros de aquí para allá, recaló en la ciudad siciliana de Mesina. En Florencia solo sobrevivió una quinta parte de la población. Mi bisabuela me seguía contando que Milán fue milagrosamente uno de los pocos lugares de Europa donde no llegó la epidemia y esto fue así, según mi bisabuela que es muy pero que muy beata, por la labor encomiable de los arzobispos y obispos, su gran fe en Dios, sus oraciones limpias de corazón y su gran amor a la ciudad más bella del mundo que es Milán. Esto siempre en palabras de mi bisabuela. Yo quiero mucho mi ciudad pero mi fervor no llega tan lejos. En resumidas cuentas, lo que sucedió en Milán fue que un obispo obligó a emparedar tres casas en cuyo interior moraban enfermos de peste negra. Hizo emparedar las tres casas con todos sus miembros sanos, enfermos y los que ya habían muerto. Murieron todos,claro. Esta cruel medida, impensable hoy en día en nuestro mundo civilizado, salvo la vida a toda la población milanesa que según mi bisabuela, y eso es pura ficción suya era de un millón de habitantes por aquel entonces. A mi bisabuela le encantan estas exageraciones y estos redondeos de cifras. Esta es la historia que os quería contar tal como me la contó mi bisabuela. No para preocuparos, sino precisamente para que veáis que por muchos muertos que haya en China y en Italia, nunca llegaremos a las terribles cifras de la peste negra y la mal llamada gripe española". Todos aplaudieron la intervención de Francesca, hasta Helena y Fer. Aplaudieron y le dieron las gracias por historia tan bien narrada con tanta serenidad y calma, tal como es ella Francesca. No obstante, esa noche más de uno tuvo pesadillas. CONTINUARÁ

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