12 de abril de 2020

Día 6, 21 de marzo del 2020...Día de Elsa....La gente ya refiere que es una gran montaña rusa emocional...Fuerza, valor y salud....Venceremos al puto bicho...


Ni confinada deja Elsa de soñar en su Príncipe Azul. Cada amigo nuevo en Instagram, cada mensaje en Tinder, cada escapada a Happn o cada guasapeo pueden ser un movimiento de ese hijo alado con ojos vendados de Venus&Marte Cía S.A. Sus arcos son "likes". Sus flechas "los mensajes acumulados imposibles de leer todos". Su aljaba, "el último grito en móviles de ultimísima generación". Su madre le recrimina que como las discotecas y salas de baile vips de antaño no puede haber nada igual "Querida, allí conocía a tu padre. Por su porte distinguido ya supe que era millonario y un partido al que no podía dejar escapar". "Ya, mamá, pero tú buscabas no dar palo al agua en tu vida y ser mujer florero y yo busco el AMORRRRRRRR". Cuando Elsa pronunciaba la palabra "amor" vibraban todos los cristales de la casa, incluída la cristalería de la suegra de su madre, una marquesa de muy Alto Copete a la que Elsa nunca llamaba abuela sino despectivamente "tu suegra". Su madre le había guasapeado durante el confinamiento en la finca extremeña un mensaje muy corto pero afilado e incisivo "Ten cuidado, Elsa, con quién te relacionas en las artimañas sociales". Pfffff, Elsa aborrecía a su madre cuando dejaba campar sus ínfulas trasnochadas, rancias y caducas en una mujer que hacía lo indecible por aparentar juventud y vestir como una adolescente. Elsa pensaba que ninguna cirugía estética podría modificar sus anquilosadas neuronas. La joven tenía perfectamente perfilado a su futuro amor en mente. Sabía cómo era, qué aspecto tenía, cuales eran sus gustos musicales, ideológicos, místicos. Tenía que ser un hombre muy fuerte y varonil, dominante. El amor según ella debía caminar junto a cierto estado de sumisión femenina frente al varón. Tanto colegio de monjas le habían torturado la mente a la pobre. Mezclaba la educación inculcada con la idea del amor, las relaciones sexuales y la pareja que tenían sus amistades y compañero o conocidos o parientes y el cacao monumental de Elsa en su cabeza la convertían en una pobre diabla, proclive a convertirse en víctima propiciatoria de cualquier desalmado o incluso sensible a ser captada por cualquier secta, bien, cualquier secta no, una secta de machos ibéricos dominantes. Elsa leía todo tipo de lectura romántica y sentimental, desde panfletos de revistas a novelas edulcoradas y melifluas. Solo veía series y películas del género comedia romántica. No se dejaba contaminar por otros géneros o contenidos visuales y literarios. Cuidaba su aspecto físico siempre pensando en cómo le gustaría a su "amado ideal" que ella vistiese. Por tanto, escogía prendas ni demasiado seductoras ni demasiado mojigatas, un fifti fifti de mediocridad indumentaria. Tampoco cargaba mucho las tintas de su maquillaje, sabedora de que a su macho no le gustaría besar y magrear una cara embadurnada de afeites. Pobre, Elsa, tanto empeño para nada. Ninguna relación de "artimaña virtual" pasaba de ahí. En la facultad tampoco nadie parecía fijarse en ella. Vivía días de verdadero desconsuelo y desesperación. Rompía a llorar en su cuarto y María la tenía que consolar. "Quiérete solo a ti misma" le recomendaba, pero este consejo le dolía como si le atravesasen una daga en la diana del corazón. "No quiero quererme a mí misma. Quiero amar a mi HOMBREEEEEEEE". Cuando Elsa pronunciaba el sustantivo masculino "hombre" libre de toda carga genérica, temblaban todos los cristales del apartamento de María. Los vasos de la cocina bailaban. Hasta un día dos vasos cayeron al suelo cuando Elsa pronunció "Hombre y Amor" en una sola frase. María pensaba que esta chica tenía ciertas dotes de soprano o de espiritista médium, pero no le decía nada por no contrariarla más. Dejaba que llorase desconsoladamente en su cuarto y luego horas más tarde le ofrecía una taza de té con pastitas dietéticas. Elsa en la finca había guasapeado y tindireado en seis días más que en toda su vida junta. Ya eran muchos los "machos genuinos dominantes" que la esperaban en cuanto acabase el confinamiento. Para no meter la pata, les pediría consejo a María y a Fer para que le ayudasen a hacer una criba. No tendría con ellos ninguna cita a ciegas en lugares oscuros, solitarios y a horas intempestivas. La cita a ciegas sería siempre a la luz del día en algún lugar concurrido preferentemente en una cafetería para comprobar si prefería el susodicho café o té, porque ella era más de té y en eso no sabría transigir ni ceder. Por la noche, abrumada con tanto contacto virtual, no había podido preparar ninguna anécdota o "cuento", pero pensando en "cuentos" y "chinos" montó en medio segundo una historia de amor de una pareja china de Wuhan que se enamoran estando el uno en un veinteavo piso de una calle y la otra en un treinteavo piso de otra calle situada en las antípodas. Se enamoran a grito pelado, ya que las autoridades chinas les habían cortado internet. La historia, tan rocambolesca como ínverosímil, termina con un romántico encuentro en la plaza principal de Wuhan, ya que los mercados de abastos no suelen ser muy recomendables y se reconocen porque ella lleva una pulsera de tela de color rosa y él otra de color rojo, ella vestida toda de rosa y él todo de rojo. Resulta que en la plaza muchos se dan cita así y les cuesta un poco al principio encontrarse y reconocerse, pero acaban gritando tal como lo hacían por las ventanas de sus respectivas casas y reconocen las voces y lo que es más importante los nombres aunque haya muchos que se llamen Mao y Akame. Ella cuando encuentre a su amor que se llamará con toda seguridad Arturo, también lo gritará a los cuatro vientos. Todos y todas aplauden el precioso cuento chino romántico y hasta les parece cargado de calidad literaria después de beberse unas cuantas botellas de todo tipo de caldos. El asalto a la bodega ya será muy difícil de explicar a los padres de Daniel.

                                                                                                 CONTINUARÁ

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