8 de diciembre de 2020

The Queen's Gambit....

 Tras disfrutar de la magistral serie "Gambito de dama" en Netflix, dudo si leer la novela o no. Desconocía que título tan gracioso, rozando lo ridículo, tenía que ver con un tipo de apertura de ajedrez, en concreto según anotación algebraica 1.d4 d5 2.c4. Nunca conseguí que me apasionara el ajedrez. Me aburría de hecho. Solo disfruto contemplando las piezas en el tablero y como elemento decorativo me resulta fascinante. Podría coleccionar piezas y tableros de ajedrez. Se me hace difícil entender esa adicción y fascinación de Beth Harmon, o la deslumbrante Anya Taylor-Joy interpretando este papel por pasarse horas y horas estudiando las jugadas y dedicándole toda una vida, sacrificándolo todo por convertirse en el mejor jugador de ajedrez del mundo. Y hay que resaltar aquí el empleo del género gramatical masculino, que no genérico, porque la joven protagonista se mueve en un mundo absolutamente masculino. También sus adicciones al alcohol y drogas se nos antojan masculinas si nos situamos en los años 50 y 60. Imagino que las adicciones femeninas por aquel entonces se sufrirían en secreto. Vemos a su madre adoptiva Alma Wheatley, interpretada también magníficamente por Marielle Heller, consumir cantidades ingentes de alcohol. Si nos preguntamos por qué seduce tantísimo esta serie a la audiencia, no podremos asegurar que sea por una fascinación espontánea colectiva por el mundo del ajedrez. Tampoco por el vestuario tan selecto de la bella protagonista, los decorados o sus trágicas y patéticas adicciones. Tampoco creo que se deba a la impronta feminista. Tengo entendido que en el libro Beth Harmon no es una mujer atractiva. Esto lo he leído en alguna parte, pero no encuentro ahora la fuente. Supongamos que la protagonista no fuese hermosa ni en el libro ni en la serie. ¿Habría gozado de idéntico éxito? Muy seguramente sí, si las dotes interpretativas de la actriz hubiesen estado a la altura de tan soberbio personaje. Luego entonces, tampoco podemos atribuir el éxito de esta serie al enaltecimiento de un determinado propotipo de belleza de mujer. Sus contrincantes y en algunos casos ligues o parejas masculinos no son tampoco unos adonis que digamos. El título en inglés goza de cierto toque distintivo, pero en español ya lo dije, roza lo ridículo. Por tanto, tampoco al título podemos atribuirle semejante difusión, alcance y éxito. La gran incógnita sobre esta serie, la pregunta esencial que debemos hacernos es qué propicia que cautive a propios y extraños. A continuación, me he visto el documental dedicado a los escándalos de Dominique Strauss-Kahn, el ex director del Fondo Monetario Internacional. Un tipo a todas luces enorme depredador sexual. Creo que nuestro Emérito el JuanCa nos parecerá hasta un santo al lado de este personaje que incomprensiblemente no cuenta con un solo antecedente delictivo y ya va por su cuarto matrimonio. Asesora al parecer a países africanos y está afincado en Marrakech tranquilamente disfrutando de su joven y nuevo nido de amor. El caso es que en el documental las víctimas tampoco salen muy bien paradas. Resulta muy impactante constatar que en el siglo XXI, cuando el movimiento Me Too desde 2017 ha puesto sobre la mesa las agresiones y acosos sexuales destapando los incontables abusos sufridos por millones de mujeres y hasta bastantes hombres, se siga señalando y sospechando de las víctimas, mientras ellos, los abusadores y violadores se van de rositas y son hasta admirados y aplaudidos por el conjunto amplio de la sociedad. El ejemplo más reciente e impactacte lo hemos tenido con la muerte de Maradona. El pueblo argentino había guardado riguroso confinamiento que rompió masivamente al salir a las calles para llorar la muerte de su ídolo. Y lo más impactante ha sido leer y escuchar las declaraciones de mujeres muy comprometidas con el feminismo argentino y mundial, quienes decían sentir una especie de desgarro interior por admirar tan hondamente a un ídolo del fútbol aún reconociendo que estaban ante la figura de un maltratador, drogadicto y pédofilo. El debate siempre abierto, sobre si debemos admirar al genio, perdonando sus escandalosos y humanos pecados nunca se resolverá, porque en cada uno de nosotros anida una seducción extraña por el mal y sus truculentos actos humanos, demasiado humanos logra que nada humano nos sea ajeno. Perdonaremos la larga lista de genios malditos porque su obra es demasiado excelsa para desdeñarla. Les perdonaremos, sí, pero no debiéramos olvidar. El olvido sí que sería imperdonable para toda la especie humana.
 

 

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