19 de septiembre de 2021
Bienvenido el atasco, Carrasco.......bienvenida la nueva "anormalidad".....
Válgame el cielo que ya casi culminando como estamos el mes de septiembre he de coincidir casi con la Sra. Ayuso, presidenta de nuestra comunidad madrileña, y de regreso a esta extraña normalidad, he cambiado para bien y ahora me gustan los atascos de circulación, muy en concreto el que sufrimos cada día de la semana laboral en el Nudo de Manoteras por una obra monumental que allí se cuece. Será cosa de la lectura sosegada de "Volver a dónde" de Antonio Muñoz Molina, que en estos días estoy viviendo una reconciliación espiritual con estos tiempos pandémicos y nuestra dura vida en una ciudad y Comunidad Autónoma con mucho duende y encanto, pero muy dura para vivir como es Madrid. De hecho, me resulta inconcebible la supuesta envidia que nos tienen en otras provincias y Comunidades Autónomas y la supuesta madrileñofobia imperante. Les invito a que se vengan un añito a vivir aquí y luego hablamos. Total, que sufridora del atasco en cuestión, lejos de alterarme y soliviantarme, me ha dado por escuchar música y contemplar detenidamente la vida quieta y la que se mueve poco por el atasco. Lo primero que cabe destacar es la belleza increíble de tantos árboles como han sobrevivido a la Filomena: cipreses, abetos, chopos y un largo etcétera arbóreo maravilloso que alegra y serena la vista del más pintado. Acabo de leer en el metro un pequeño fragmento de "Napoleón en Chamartín", la quinta novela de la primera serie de los Episodios Nacionales de Benito Pérez Galdós, que rezaba así:
"Suprimid con la imaginación el barrio de Salamanca y todos los jardines y palacios del costado oriental de la Castellana: figuraos aquella casi desnuda planicie poblada por numerosas tropas francesas de todas armas, con dos frentes que operaban uno contra el Retiro y la Plaza de Toros, otra contra la Veterinaria y Recoletos, y tendréis completa idea de la situación. En el centro de aquellas tropas y en lo que hoy es parte de la calle de Serrano, poco más o menos entre el jardín llamado del Pajarito y las casas de Maroto, estaba Napoleón sereno y tranquilo, montado en aquel caballejo blanco que había pateado el suelo de las principales naciones del continente; allí estaba disponiendo los movimientos de sus soldados, y sin quitarse del ojo derecho el catalejo con que alternativamente miraba ya a este punto ya al otro. Como es fácil comprender, yo no le vi en aquella ocasión; pero me lo figuraba y me lo figuro por lo que me contara quien lo vio muy de cerca; y por cierto que aquel testigo ocular observó detenidamente algunos pormenores muy curiosos de su persona, que no nombra la historia, cuales eran ciertos monosílabos o gruñiditos que emitía mientras miraba por el anteojo, un movimiento maquinal de apretarse el vientre con la mano izquierda, repentinos fruncimientos de cejas y algunas veces una sonrisa dirigida a su mayor general Berthier. Con suanteojo, su tosecilla, sus mugidos, sus golpes en la barriga, sus polvos de tabaco y sus delgadas y finas sonrisas, el ogro de Córcega nos estaba partiendo de medio a medio."
Pues nada, que me ha dado por rumiar sobre este maravilloso fragmento galdosiano e imaginarme que en vez de árboles, lo que tenemos ahí en los márgenes últimos de la Castellana y casi la Nacional I, son las tropas napoleónicas y al mismísimo Napoleón en su caballo blanco dirigiendo el atasco y me lo he pasado pipa. Luego, sustituía a Napoleón por Macron y luego a las tropas por los jóvenes franceses que llegaron en tropel a Madrid en plena pandemia atraídos por el efecto llamada de "Cañas y Libertad" ayusianas y mi gozo iba en aumento. He caído pronto en la cuenta que menos mal que tenemos nuestros maravillosos árboles tan valientes ellos que sobrevivieron a la Filomena con estoicismo en vez de tropas francesas y también me ha alegrado mucho contemplar árboles muy jóvenes, como recién plantados, en concreto chopos o álamos que son árboles de crecimiento rápido y pueden alcanzar grandes tallas (de 10 a 30 metros, dependiendo de la especie). Ramas flexibles y corteza lisa, de colores blanquecinos o cenicientos, con marcas horizontales de tonos más oscuros similares a estrías. Hojas simples, alternas y caedizas, habitualmente anchas y de bordes enteros, aserrados, dentados, lobulados o festoneados. Sus yemas están cubiertas por escamas. El peciolo, largo y glanduloso, con frecuencia aparece comprimido lateralmente, lo que confiere gran movilidad a la hoja. Ainssss, qué pronto crecerán estos retoños ahora castigados por el estresante ruido de las obras. Me entran ganas de ponerles a todos cascos para que escuchen buena música y se puedan abstraer del mundanal ruido y del atasco, mientras me pregunto cómo puede ser que estén dotados de tan alta capacidad de superviviencia, vengan Filomenas o danas o el maldito fragor estrepitoso de esas máquinas infernales que usamos los humanos para adecentar y reparar o construir sobre lo urbano y para volver a la dichosa nueva normalidad de anormalidad superlativa. Luego reparo
en las torres tan altas de Torre Espacio y en que en la Torre Emperador hay una estatua que al parecer se denomina "Simeón sentado" obra de Francisco Leiro y al parecer lleva ahí desde 2007, y yo hasta la fecha, gracias al atasco, ni había reparado en ella y me resulta un tipo el tal Simeón, muy madrileño, porque simboliza la eterna paciencia de sus ciudadanos, la sempiterna resignación de los madrileños, tanto los nativos como los que lo somos de adopción. Y a continuación contemplo el edificio casi cilíndrico del Hospital La Paz, que al parecer será demolido en 2022 para ser reconstruído en tres fases y las obras durararán diez años y sí, la verdad, es bien necesaria esta demolición y construcción, pero me asalta una nostalgia que empaña de lágrimas mis ojos, ya que ahí nacieron mis hijos y en este hospital habrá ingresado tanta gente por Covid-19 y por lo que no es coronavirus y demasiados ya nos habrán dejado para siempre dejando a sus familias tan tristes y desoladas. También para intentar recuperarme me digo que otras muchas habrán salido recuperadas de sus enfermedades y viven y se cuentan entre nosotros y no hay palabras suficientes para poder describir la alegría y alivio que sentimos sabiendo que eso es así gracias a un personal sanitario que se esfuerza y se entrega cada día. Mientras la contemplación de lo que me rodea, metida en meollo del atasco, me procura estas reflexiones y meditaciones mañaneras, en la radio suena "Nunca el tiempo es perdido" de mi paisano Manolo García y la letra de la canción me hace asentir con la cabeza y tarareo con él:
"Cuando tú no estas las mañanas se tiñen de canciones tristes
Son como el leve perfume que por un instante te baña y te marca
Cuando tú no estás las mañanas se tiñen de canciones tristes"
Pienso también en el amor incondicional que siento por mis hijos que nacieron un día en el Hospital La Paz y me digo que como el amor de madre no hay amor más grande en el mundo. Todo lo demás a lo que se le llama "amor" son sucedáneos:
"Cuando regresas las mañanas levantan el vuelo
Quizá es el momento de la brisa suave
Que acaricia con tu llegada hasta tu partida
Si regresas las mañanas se visten de alegres canciones
Se disfrazan de sonrisas
Son el hálito justo que apaciguara el pulso
Son la broma o la mano del destino
Si tú regresas las mañanas se visten de alegres canciones"
Y poco a poco despegamos del atasco como uno de esos cohetes con tripulación de millonarios que ahora experimentan vuelos espaciales mientras Manolo García sigue cantando:
"Rastro, huella de los pasos errantes
Del buscador de señales
Nunca el tiempo es perdido
Es sólo un recodo más en nuestra ilusión ávida de olvido
Nunca el tiempo es perdido
Nunca el tiempo es perdido
Es sólo un recodo más en nuestra ilusión ávida de cariño
Nunca el tiempo es perdido
Nunca el tiempo es perdido"
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