18 de mayo de 2019

Cuarta misiva...no vamos a ponernos tristes hoy, pero azules sí...

La trágica historia del hijo del tío Lucas de tu relato magistralmente escrito, "El fardo", me ha hecho recordar el también trágico final de mi abuelo materno Ramón, un burgalés de pro, comunista y muy entusiasta que trabajaba como transportista con su camión y de cuya muerte me llegaron dos versiones muy distintas: una, que murió aplastado por gran cantidad de trigo y otro que fue asesinado por un compañero de cabina que le robó dinero que llevaba escondido en el camión para el partido y la causa comunista, en aquella España de guerra incivil fratricida. Dada nuestra capacidad de fabular los españoles, que somos verdaderos artistas del bulo y la leyenda urbana, yo casi que no me creo ninguna de las dos versiones. Muy seguramente debió morir de un fatal accidente de tráfico por la pobre y paupérrima mecánica del camión y el deplorable estado de los caminos y vías de aquella España pobre y maldita. El caso es que murió demasiado joven. Unos dicen que a los 23 años, otros que a los 26. Demasiado joven,en definitiva. Tu relato también me ha traído a la memoria el poema de Joan Salvat Papasseit y su "fusta al moll" (óssa menor 1925 NOCTURN PER A ACORDIÓ) y toda aquella poderosa, honesta, noble y esforzada generación de hombres y mujeres que se dejaban día a día la piel, de sol a sol en jornadas extenuantes y labores de explotación inhumana. A esa generación pertenecieron mis abuelos, abuelas, tíos, tías, padre y madre. He recordado también la canción de Joe Cocker, "N'oubliez jamais", en la que nos dice que cada generación de jóvenes trae su manera particular de hacer las cosas y su peculiar y genuina forma de desobedecer. No somos justos los padres y madres de ahora comparando a la generación de nuestros mayores o la nuestra propia con los desafíos actuales a los que se enfrentan nuestros adolescentes y jóvenes. Ni podemos pretender que en esta era de avances tecnológicos sin precedentes, se comporten y sean como fuimos nosotros o nuestros mayores a su edad. Ellos y ellas han nacido no con un pan debajo del brazo, sino con un teléfono en la mano. Lo que sí es inconcebible y de idiotas es que padres y madres les regalen un iPhone de última generación de 1000€. Me parece demencial,tanto como el comensal que ayer tomó un vino Château Le Pin de 5000 € porque la camarera se confundió y no le sirvió el de 300 que había pedido en el restaurante Hawksmoor, en Manchester. Que ya le vale también gastarse 300 euros en un vino en una cena o comida de restaurante. Esto es sobrevalorar la uva tanto como el ladrillo y su burbuja inmobiliaria. Creo, querido Poeta del Azul, que tú y tus sabios contertulios os habríais conformado con un litro de Don Simón o vino de garrafón. Ya sé que tuviste problemas con el alcohol, pero eso era muy común entre todos los escritores de prestigio. Ahora muchos escribidores o escritorzuelos somos abstemios. Será por ello que las Musas no nos son propicias tanto como te lo fueron a ti. Hasta otra y un brindis virtual con un Château Le Pin virtual y gratuito.

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