9 de abril de 2020

Día 4. 19 de marzo, Festividad del Padre y de San José. El Día de Fer....en las portadas de todos los periódicos y en los noticieros nos dieron la triste noticia de que nuestros ancianos morían en las residencias, destapando la precariedad y recortes insoportables que han sufrido y sufren nuestras residencias.....

Fernando, al que todos llaman cariñosamente Fer, es un joven granadino muy delgado y altísimo como un largo ciprés tendiendo su porte piramidal hacia el infinito. Porque si algo caracteriza a Fer es que nunca se encuentra aquí entre nosotros. Su mente, espíritu y cuerpo parecen estar viajando a años luz de nuestro planeta terrenal. Es el mayor de dos hijos de un profesor universitario granadino del Campus de la Cartuja de la Facultad de Filosofía y Letras y de una profesora del mismo campus de la Facultad de Odontología. Esa mezcla entre Filosofía y Odontología, el cuidado escrupuloso del espíritu y la mente con una debida y óptima higiene dental, puede que haya tenido que ver en forjar un carácter tan sumamente melancólico, casi siempre sumido en aflicciones sombrías que van del gris al negro pasando por toda la paleta de colores de la bilis nigérrima. Para los griegos este mal melancólico significaba genialidad. Existe un libro del Siglo XVII de un tal Alfonso de Santa Cruz que recoge casos de melancólicos, como el de un hombre que creía tener el cuerpo de vidrio y vivió toda su vida pensando que se rompería en pedazos. Podemos leer su historia en las "Novelas Ejemplares" de Cervantes bajo el título de "El licenciado Vidriera". Fernando sin ser licenciado aún de su carrera de Grado en Lengua y Literatura, bien podría decirse que parecía forjado de muy frágil y delicado vidrio. Además siempre vestía con vaqueros oscuros, camiseta negra y unas zapatillas negras muy llamativas que le había traído su hermana de Roma. La gente lo primero que miraba al verle eran sus enormes pies. Luego podían ir subiendo recorriendo su talle y elevar la vista hacia el cielo infinito y más allá. Fer hacía elevar a quienes lo contemplaban y eso que siempre iba cabizbajo y meditabundo con un libro en la mano. En la finca extremeña podías verle con un libro de Kavafis o de Federico García Lorca, de Gabriela Mistral, Alejandra Pizarnik o Juan Gelman. Sus compañeros y amigos de apartamento se preguntaban cuándo sacaba tiempo para estudiar dadas sus brillantes notas, ya que nunca le habían visto estudiar. Lo único que podían ver era la luz de su cuarto encendida hasta altas horas de la madrugada. También se preguntaban cómo se sostenía en pie con lo poco que dormía y comía. Se sentían preocupados por su salud, pero Fer era en realidad un joven que gozaba de excelente salud física. Convenció a sus padres de que le dejasen mudarse a Madrid para proseguir sus estudios, después de leer la biografía y obra de Gustavo Adolfo Bécquer y cómo decidió mudarse a Madrid para triunfar en la Literatura. Sus últimas palabras en su lecho de muerte a los treinta y cuatro años "Todo mortal", le golpeaban tanto en la sien que cuando no leía poesía o estudiaba, intentaba componer unos versos de los que solo tenía el título "Todo mortal". En torno a ese título intentaba forjar un largo poema. Cuando ya lo tenía lo rompía y lo reducía a añicos. Esos pedacitos de papel los guardaba en una pequeña urna y se decía que cuando la urna estuviese llena de polvo de poesía, entonces el último poema escrito por él se salvaría de la "quema" y ese poema sería el definitivo. Ya no escribiría ninguno más. La urna la escondía en el fondo de su armario. Un día Daniel la encontró y le preguntó: "Fer, qué coño es esto". Fer se llenó de cólera y se la arrebató, "No es de tu incumbencia". Daniel no se lo tuvo en cuenta. Era de hecho quién más le brindaba afecto, comprensión y protección. Parecía en cierto modo su guardaespaldas porque sabía de la fragilidad existencial de aquel joven granadino que solo tomaba té negro y moruno y comía miguitas de pizza y magdalenas. En la finca extremeña se bañaba en la piscina sin nadar. Se quedaba quieto en un rincón, Cerraba los ojos. Luego los abría y miraba al cielo todo ojos. Los tenía enormes. Tan enormes como sus gafas de miope. Luego tomaba aire y se zambullía para mojar su larga melena negra suelta, casi siempre recogida en una coleta. Al salir del agua tiritaba tanto que todos se brindaban a ofrecerle su toalla. Paula incluso le abrazaba con fuerza para que entrase en calor. Fer le decía sonriente "Mira, Paula, que estás infringiendo los dos metros de distancia social y no respondo de mí". Paula entonces le daba más achuchones y le plantaba grandes besos en su cara enjuta llena de gotas de agua de la piscina y de lágrimas de gratitud y de disgusto. Al llegar la noche de San José, nadie sabía que Fer había discutido con su padre por guasap. Su padre le había recriminado la inconsciencia e irresponsabilidad de huir de Madrid huyendo del Estado de Alarma. Le recriminaba también esa invasión pueril de la finca de los padres de Daniel. Su padre era muy filósofo y considerado con sus alumnos puertas afuera, pero muy estricto y duro con Fer. Con su hija Romina era de lo más cariñoso y condescendiente. Fer con ese hueso de padre pensaba que nunca regresaría a Granada y que moriría en Madrid como Bécquer: "Todo mortal". Cuando Natalia le dijo, "Es tu turno, Fer. Estamos deseando escuchar tu historia", Fer respondió: "No voy a contar ninguna historia ni anécdota. No tengo ni el talento ni la energía vuestra y mi inspiración para historias es como un pozo seco y profundo vacío y olvidado. Pero os he traído una poesía. Creo que la conocéis. Se titula "Ítaka" y es del poeta griego nacido en Alejandría, en Egipto, Constantino Kavafis. En España la obra de Kavafis fue decisiva en la poesía de Jaime Gil de Biedma y los poetas denominados Novísimos, tales como Luis Antonio de Villena, Juan Luis Panero, Luis Alberto de Cuenca y otros muchos. Se ha discutido mucho su influencia en nuestro poeta Luis Cernuda. He leído a ambos en profundidad y lo único que les une es su homosexualidad y su desprecio por la rima. Ambos son fantásticos y fundamentales. Y sin más dilación, paso a leeros el poema "Ïtaka" y luego me gustaría que todos o solo en uno en su teléfono móvil sintonizase la versión catalana de Lluis LLac y la cantásemos todos juntos con este exquisito vino de La Rioja, obsequio de nuestro amigo tan hospitalario buena gente, Daniel. Todos y todas escucharon embelesados la excelente retórica de Fer. Nunca habían escuchado a nadie recitar poesía como lo hacía él.


                                                                                       CONTINUARÁ

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