15 de abril de 2020

Día 8, 23 de marzo de 2020...Día de Laura....Nueva York se convierte en uno de los epicentros de la pandemia...



A Laurita no le gustaba que la llamasen así. Quería que la llamasen Laura, pero no había tu tía. Lo más increíble es que cuando conoció a Daniel y a Paco se presentó como Laura. Cuando éstos le fueron presentando a todos los demás, ella se daba a conocer como Laura plantando besos a troche y moche y muchos abrazos, cosa que ahora está completamente prohibido por Real Decreto Anti Besos y Abrazos y Carantoñas Varias. Pues bien, no habían transcurrido ni cinco minutos que Daniel se dirigió a ella como Laurita y se fueron sumando los demás como en un coro de complot. A Laura le entraban casi ganas de llorar porque en su casa la habían siempre llamado Laurita y ella lo detestaba. Así que aquí la llamaremos siempre Laura por respeto a su persona tan entrañable y buena gente. Laura había nacido en Barcelona de madre catalana y padre andaluz. Era, por tanto, charnega. Entre el sambenito de "charnega y Laurita", la pobre iba bien surtida de complejos de inferioridad. Si estaba con catalanes, le avergonzaba decir que su padre era andaluz. Si frecuentaba a castellanos, ocultaba que su madre fuese catalana. Total, que ella anhelaba la independencia pero sin saber muy bien cuál era el alcance de esta decisión, porque lo que es el sentimiento independentista no lo tenía. No gozaba de la fuerza de convicción temperamental de su hermano Jordi, de sus amigos y bastantes familiares. Pero tampoco sentía vínculos con lo andaluz y lo español. Pobre Laura, tampoco sabía si se consideraba ciudadana del mundo. A veces pensaba que era un ser intergaláctico de otro planeta y que por tanto debía en cuanto le fuese posible levantar el vuelo del hogar paterno y materno y filial, porque Jordi era el que mandaba en realidad en ausencia constante de sus padres. Los padres regentaban una editorial de mucho prestigio y todas las horas y días del año les eran insuficientes para llevar a flote el negocio familiar. Laura detestaba ese mundillo. Estaba claro que no se quería dedicar al mundo del libro nunca, jamás. A Jordi no le disgustaba, de hecho ya se veía como el digno sucesor y heredero. Eso sí, le daría un giro absoluto al negocio: solo y exclusivamente Literatura catalana de altísima calidad. A ser posible con alto contenido ideológico comprometido con la causa. Veneraba a Oriol Junqueras y hasta le escribió varias misivas que enviaba a la cárcel, pero siempre se las devolvían con una nota que rezaba "Destinatario desconocido o ausente". entonces Jordi se pillaba un rebote de mil "collons". Laura se encogía de hombros sin decir nada. Era mejor no decir nada cuando su hermano se encontraba tan afectado. La última vez rompió una enciclopedia entera médica de la librería de su padre. Como sería el destrozo que fue la primera vez que le vio pedir perdón a su padre y mostrar total arrepentimiento. El caso es que por unas cosas y otras, Laura era muy infeliz en la casa materna. Tuvo la oportunidad de irse a Madrid a proseguir sus estudios de Doble Grado en Ciencias Políticas y Filosofía, carrera a la que optó en su día por poder discutir con su hermano con conocimiento de causa cuando ambos madurasen dentro de muchos, muchos, muchísimos años. Subió muchos escalones en autoestima ya que todo el trámite universitario y el buscar apartamento corrió de su cuenta. No pensaba que sería capaz de tamaña hazaña. También fue todo un logro ir al supermercado e iniciarse en las dotes culinarias cuando ella en su vida no había ni pelado una patata. Descubrió que lo que más le gustaba en este mundo era cocinar. Entendió que su vida madrileña lejos de la tiranía de su hermano y la constante ausencia de sus padres era lo más cercano a la felicidad que nadie nunca pudiese aspirar a alcanzar. Con sus compañeros de apartamento y sus nuevos amigos sentía que había descubierto a una nueva familia. Con lo cariñosa y afectuosa que era, encontró el calor que siempre había anhelado y en Madrid, mare de Deu, por fin podía decir de dónde era, de dónde procedían sus padres, hablar de Andalucía entera y de Cataluña y sus cuatro puntos cardinales sin sentirse disminuida ni ninguneada. Laura por fin se sentía una persona completa. En la finca extremeña disfrutaba agasajando en las cenas a sus amigos de vez en cuando, ya que allí primaban la comida basura y rápida libre de complicaciones. Pero esta noche, era su noche y había preparado una suculenta cena. Salió por la tarde al pueblo para adquirir lo que necesitaba. Era la primera vez que uno de ellos salía con el consentimiento general. Daniel le había dado una serie de instrucciones para que en el pueblo no sospechasen que ellos se encontraban en la finca. Dado su deje catalán debía contar que había quedado confinada en casa de una tía abuela a la que había ido a visitar por encontrarse enferma. En el pueblo le harían muchas pregunta y Daniel había pergeñado todas las posibles respuestas. Laura se aprendió muy bien el guion y una vez en el pueblo la verdad es que nadie le preguntó nada y pudo realizar sus compras sin mayor inconveniente sin llevar guantes ni mascarillas. Allí nadie los llevaba. Al regresar se pasó toda la tarde en la cocina elaborando gazpacho extremeño o cojondongo y unas migas extremeñas con unos postres deliciosos. Cuando tocaba sentarse a cenar, Daniel dijo que aquellas exquisiteces no debían comerse en el suelo. Así que desplegó la mesa grande del salón y la engalanó con mantel, servilletas, cubertería y copas de su madre. Al sentarse todos a la mesa, las migas había que comerlas del mismo recipiente al estilo extremeño. Estaba todo tan rico que se les olvidó que el propósito del encuentro nocturno era relatarse historias. Cada quién soltó su parida y con el buen yantar y el buen vino pasaron una noche formidable. Laura se sintió Laura entera, completa, feliz por primera vez. Ya no le importaba que la llamasen Laurita.

                                                                                               CONTINUARÁ....


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