Este 2009 ha sido muy duro para mucha gente. Ya, afortunadamente, toca a su fin. Somos supervivientes. Lo hemos conseguido casi, cuando con las campanadas de Fin de Año, nos tomemos las uvas y brindemos con cava, acompañados de nuestros seres queridos. Pero en la vida no basta con sobrevivir. Pese a las penurias económicas, el paro, el desempleo, los acuciantes dramas familiares por cuestiones de salud, dinero o amor, no es suficiente con sobrevivir. De este panorama gris y opresor, podemos si nos lo proponemos, extraer fuerzas para despertar al duende dormido en el recodo más entrañable de nuestro espíritu, donde se refugia aletargado porque el sueño protege de las desdichas, el sueño es un bálsamo para el dolor insufrible. Despertemos todas y todos a nuestro duende dormido, porque sin vida creativa no hay crecimiento, no hay floración, no hay vida. ¿Dónde deje aquellos pinceles y lienzos? ¿Dónde escondí la guitarra, la flauta o el piano? ¿Dónde arrinconé los folios y la pluma? ¿Dónde