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Mostrando entradas de septiembre, 2007
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"El desván de la enana" Han acondicionado el desván para que me instale en él y "me sienta como en casa", me han dicho. ¿Cómo en casa? ¿Qué demonios es eso de sentirse como en casa? Nunca he tenido un hogar fijo y estable. Mis padres me abandonaron en una vía de tren cuando era chica, porque pronto se dieron cuenta de que era más chica de lo normal. Soy enana. Padecer enanismo es una lacra para los demás. Yo me acostumbré en seguida a bandeármelas por ahí aceptando sin chistar que era el ser más diminuto en mi especie y que los diferentes, los raros eran los demás. Lo cierto es que soy una tipa tan espabilada que he podido trabajar en muy diversas ocupaciones y en todas, no sólo he salido airosa sino que además se me ha querido mucho y se ha hablado siempre de mí cosas agradables que aumentaban mi autoestima y reputación. En esta puñetera vida la reputación cuenta más que la talla. Pero ni la talla ni la reputación te salvan de una crisis económica de esas en las qu
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" Labrador retriever" El perro hurga y escarba entre las basuras de los contenedores de la bocacalle de Henry Dunant. Precioso labrador retriever de aspecto cuidado y limpio. No busca restos de comida. En realidad intenta hallar entre los desperdicios el arnés que momentos antes un tipo corpulento y descastado le ha arrancado sin piedad para después arrojarlo al cubo con desprecio. Aulla y gime desesperado. Si no lo encuentra pronto su amo morirá desangrado. Luce esa noche una luna oronda como un globo gigante de luz, pero la claridad es aún así insuficiente. Lo encuentra en el preciso instante en que se escuchan los gritos de una vecina que se ha asomado a la ventana. Coge el arnés sucio y lleno de grasa con su hocico y desesperado intenta ponérselo sin lograrlo. Lame la sangre que brota del costado del hombre ciego que yace tendido en el suelo, mientras intenta inútilmente que abra la palma de su mano inerte para entregarle el arnés. Pero estos actos desesperados son del t
"La casa abandonada de Julio Cortázar" Nos gustaba la casa porque a parte de espaciosa y antigua tenía un jardín en la parte delantera en el que crecían azaleas y geranios de todos los colores y un huerto en la parte trasera con un cerezo, dos perales, un limonero y un magnolio, que es el árbol más preciado para mi. De la casa sólo sobreviven los árboles, no por centenarios como sería lógico, sino por indiscretos. Siempre sospeché que mantenían una extraña comunicación telepática entre ellos y que estaban al corriente de cuanto sucedía dentro y fuera de la casa. Ahora puedes verlos cuchichear como viejas castañeteándoles los dientes por el frío de la intemperie y lo que destempla el cuerpo la ociosidad. El tronco esbelto y la copa henchida de globos blancos a punto de emprender el vuelo del magnolio cargan de una fragancia extraña el huerto, el jardín y las estancias deshabitadas de la casa que exhibe un cartel desvencijado a punto de caer sobre la hojarasca inútil de una van

"El encargo de James Ness"

Cerca de las casas negras de Garenin, en una lujosa mansión de Carloway en la Isla de Lewis, reside James Ness, uno de los hombres más ricos de Escocia, un presbiterano de pro, de reputación y prestigio intachables entre los isleños. Ness ha permanecido soltero toda su vida. Dueño de la heredad de una rancia familia aristocrática, su conducta leal y responsable le ha reportado siempre suculentos incrementos de fortuna y buen crédito. No obstante, de un tiempo a esta parte James no se siente bien. Tanta honradez, constancia, fidelidad al legado familiar, tanta compostura y rectitud, de qué le han servido en realidad. Nunca un desliz, una flaqueza moral. Nunca un homenaje en propio beneficio y provecho. Nunca un amago de coquetería y seducción a ninguna mujer u hombre. James se considera un ser anodino e infeliz que ha desperdiciado su vida en vanas empresas de bondad y candidez ingenua. Considera su existencia como una obra maestra de la insulsez. No puede dormir por las noches. Devana
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"Tres do de pecho" El profesor de canto insiste "El Do de pecho del tenor no existe. Alguno, como Di Stefano, se empeñó en darlo desgañitándose, abriendo la boca como un energúmeno y pagó el precio de no alcanzar luego el Si ni el Si bemol. El Do de pecho es en realidad una nota cubierta que nace en el paladar y se orienta a un punto imaginario entre las cejas en la máscara del tenor, el barítono y el bajo. Los sopranistas y contratenores utilizan la voz de cabeza." Luciano se distrae mirando por la ventana. Las clases de vocalización que le imparten el profesor Dondi y su esposa en Modena le aburren soberanamente. Deja volar la imaginación. Sueña con la prueba de selección a la que asistirá mañana. Aspira a ser portero profesional, pero sus padres se empeñan en que se dedique a la enseñanza, en que algún día sea profesor y que le preste alguna atención a ejercitar su prodigiosa voz. A Luciano le resulta tan fácil cantar y alcanzar ese "do de pecho" que
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"El último dragón del cuarto regimiento" Maruja lava la colada a la orilla del Manzanares en el Ventisquero de la Condesa de la Cuerda Larga. Luce un sol de primavera radiante pero que trae un olor raro, diferente al de otras jornadas al olfato de la joven lavandera. Frota la prenda con frenesí para acallar la voz de sus pensamientos que le augura presagios funestos. No la quiere escuchar. ¡De ninguna manera!¡ Suficientes desgracias le han caído ya a su familia ¡. Le encanta lavar la ropa por encargo. Antes acudían todas las mujeres del pueblo, pero desde que llegaron los franceses no merece la pena exponerse a riesgos innecesarios. Maruja se ofreció de buen grado porque le gustan la soledad, la corriente del agua arrugándole las manos con el jabón casero que elabora ella misma, la labor de ayudar a las demás mujeres. A su madre no le gusta nada que se marche ella sola por esos caminos del demonio cargada con el cesto de ropa sucia a muy temprana hora de la mañan