En el control rutinario aduanero del aeropuerto de la ciudad de Lumbilgia, el agente interroga al viajero, un señor sesentón atildado y muy educado: - ¿Algo que declarar, caballero? - Nada. No llevo nada en el equipaje. - Abra la maleta.....Cierto, no lleva nada, pero nada de nada. Y eso, ¿por qué motivo? - Sencillo de explicar y de entender, señor agente. Comienzo el periplo de visitas a mis hijas e hijos. Una me suele regalar pijamas por Navidad, otra calcetines y ropa interior, Matildita un cofre de productos de higiene facial y corporal..Mi hijo Pablo suele obsequiarme zapatos, mi hijo Juan Francisco alguna prenda de abrigo. A mis nueras y yernos les encanta regalarme botellas de vino, licores y embutidos. En resumidas cuentas, me apañan entre todos para todo el año. - No sé, no sé - carraspea, desconfiado el gendarme - Resulta sospechoso viajar con una maleta vacía. Por esta vez, pase, pero en la próxima ocasión quiero ver una relación de pertenencias aquí, sino me veré en la obli