"Ahh, es que ya me llevó el diablo, fijate que yo me acuerdo bien de la musiquita, pero se me olvidó la letra"
Para eludir la extrema vigilancia de la SGAE y los honorarios por derechos de autor al amparo de la ley vigente, en las peluquerías, bares y estadios de fútbol se optó porque los parroquianos y las parroquianas tararearan la música o recitaran la letra. Nunca, en ningún caso, entonar música y letra al unísono. Las sanciones por esta infracción podían costar las cuerdas vocales de la feligresía.