Si Nicanor Parra inventó la Antipoesía, yo vengo a inagurar la poesía claustrofóbica, que tendrá muy poco de poesía y muy mucho de nostalgia. No soy demasiado materialista. Lo justo. Amo a las personas por encima de todo. Pero empezaré citando las cosas añoradas, los artilugios que me permiten llegar a mi gente. Añoro el metro de Madrid, el bus interurbano, el tren de Cercanías, los pulsadores de parada, las manivelas de apertura, las marquesinas, los andenes, los cómodos bancos donde no hace tanto me sentaba pacientemente a esperar la llegada de mi tren, mientras leía un libro o curioseaba por las redes virtuales. Añoro el cielo azul precioso de Madrid en primavera, verano, otoño, durante el gélido invierno, al aire libre y no solo como ahora confinada contando nubes detrás del cristal de mi ventana. Añoro los pinos, encinas, alcornoques, almendros en flor, acacias, chopos, sauces, fresnos, olmos, cipreses, mimosas, eucaliptos, cedros, laureles, ciruelos de Pissard de la Dehesa de la ...