5 de julio de 2007

"El artista de la utopía"

El artista de la utopía





Sólo escribía su nombre y frases alusivas a lo mucho que la amaba en los puentes que encontraba a su paso.



Disfrutaba decorando la pintada en el lugar más inaccesible. Por eso, solía hacerlo con nocturnidad y alevosía. Si el paraje se encontraba desierto, no dudaba en estampar la dedicatoria a plena luz del día. Siempre solo. Lo suyo no eran vulgares pintarrajos de pandillero. Trazaba las letras con gracia y esmero, confiriéndoles un toque personal y distintivo. A todo el que pasaba se le escuchaba exclamar "¡Mira, ahí hay otra pintada del artista de la utopía" "El artista de la utopía", asi le apodó alguien una vez y corrió la voz como la pólvora. Lo supo y llegó a sus oídos, porque un día transitando con su hermana el Puente de Piedra de Pontedeume, ella exclamó, "¡Anda, mira, Quim, la pintada del artista de la utopía!" " ¿ Y ése quién es ?" " No sé. Un loco al que le ha dado por decorar los puentes. Al parecer, trae de cabeza a la policía de todos los municipios porque está llenando de pintadas los puentes de España "...



Anhelaba efectivamente escribir el nombre de su amada y las frases alusivas a lo mucho que la amaba en los puentes de España y del mundo entero. Su afán no encontraba obstáculos y su amada no se daba por aludida. Por consiguiente, qué delito se suponía que cometía, aunque la policía anduviese siguiéndole los talones. "Delito es matar o robar, pero esto mío es una declaración de amor con mayúsculas y el amor no fue ni será nunca delito".



Eliminar las pintadas del "artista de la utopía" costaba cada vez más a los Ayuntamientos porque éstas aparecían en los puntos más inaccesibles e insospechados. Sin lugar a dudas, el artista debía de ser un experto en escalada o deportes de alto riesgo, equipado con un arsenal de sistemas de aseguramiento, arneses, cuerdas, mosquetones, cintas...Eso al menos, especulaban los agentes de policía encargados de la investigación que había cobrado alcance nacional.



Lo cierto es que Quim sólo portaba guantes, calzado y botes de pintura de primera calidad. Por lo demás, le bastaban su pericia y condición innatas de atleta, que le permitían trepar como un chimpancé por las estructuras de los puentes, sin arco medieval o romano que se le resistiese. Tampoco temía a las aguas fluviales que se rendían al porte mayestático de aquellos "arco iris de la arquitectura" -así había bautizado Quim a los puentes -



"Libertad. Te amo. Libera a los pueblos oprimidos de la tierra." Asi rezaba la úlima pintada del artista de la utopía sobre los sólidos almohadillados de granito que sostienen los nueve ojos de medio punto del puente más antiguo de Madrid, El Puente de Segovia sobre el río Manzanares.

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