13 de julio de 2007

"Kio y Ayumu visitan el delfinario del Acuario de Osaka"

Asunto: Kyo y Ayumu visitan el delfinario del Acuario de Osaka

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Kyo se ha sentado en el suelo ante la fachada del Acuario de Osaka en el barrio de Minato-Ku. Aguarda la llegada de su amiga Ayumu, de la que está prendado desde la infancia. Ella lo quiere y acepta como amigo, pero de ahi a considerarlo su novio media tanto trecho como de Abeno-ku a Yodogawa-ku y Ayumu no está dispuesta a caminar tanto para llegar al alma de Kyo y explorar su corazón. Muchas veces ha comparado el corazón de Kyo con el sol de fuego de la bandera japonesa y así se lo dice de vez en cuando, cuando él se pone muy pesado: "Tu corazón es un Hinomaru de sol incandescente. Tu fondo blanco, puro como la nieve corre el riesgo de abrasarse. Kyo, no me importunes más. Soy fría como el mármol y nunca me casaré."

Kyo contempla resignado la pareja de delfines que embellecen el cuerpo de la fachada del acuario. Piensa que él siempre besa los pies de su amiga tal como uno de los delfines, que humillado sigue la estela del otro, altivo, erguido y en franca ventaja. Kyo se consuela imaginando que la finalidad primera y última de una manada de delfines es jugar. No conoce animales más juguetones que éstos. Juegan por jugar sin la malsana intención de competir o ganar. En eso y otras muchas cosas se diferencian de los tiburones, fríos calculadores que sólo anhelan triunfar caiga quien caiga. Decididamente Kyo contempla su sana y larga relación con Ayumu como un juego divertido, un juego entre delfines por eso acuden cada cierto tiempo al acuario para recordarlo instintivamente, para afianzar los lazos de su lealtad y amistad. Kyo ya no añora tanto el amor. Los delfines le sugieren que la amistad es lo que cuenta. La amistad sin lugar a dudas es el sentimiento más noble y más alto.

Kyo sabe que Ayumu una vez más llegará tarde. Aguardará por lo menos una hora a que ella se presente resuelta y tranquila como una princesa de cuento, con la misma displicencia e ínfulas de grandeza que la diosa Hi no Mikami, como si perteneciese a la mismísima familia imperial. Kyo coge de su mochila unos pastelitos que vende el joven Ian en el colmado de su calle. A este tendero le encanta vender productos foráneos y dice que estos bollos provienen de España. Dice que los hace traer porque le traen suerte, porque son de una marca de pan y bollería que se llama Bimbo y Círculo Rojo. Los vende caducados porque tardan en llegar desde tan lejos, pero como son un homenaje a la bandera nacional seguro que sientan bien a todo el que lo pruebe. Kyo ha comprado los diez paquetes que exhibe Ian en la estantería para no quedarse sin ellos, pero de poco le servirá ya que se ha zampado tres paquetes. Cada paquete contiene cuatro bollos. Kyo esta gordo. Tal vez ésa sea la causa de que Ayumu no le haga caso en lo sentimental. Pero los bollos del Círculo Rojo llenan el vacío que deja en su corazón la indiferencia de Ayumu. Kyo nunca ve su hambre saciada, aunque su estómago esté a punto de explotar.

La bandera nacional ondea en un mástil improvisado en la fachada del acuario de Osaka. La han puesto ahí porque dentro de unos días está prevista la asistencia de un dignatario importante. Kyo se deleita degustando los pasteles españoles mientras contempla la suave y periódica ondulación del círculo rojo embutido en un pañuelo blanco con el que Kyo piensa que podría limpiarse la nariz o el sudor de la frente o hacer ambas cosas. Kyo siente un pudor, una vergüenza que está a punto de hacerle perder el conocimiento, por si alguien que pase escucha sus pensamientos y le adivina la intención de sonarse la nariz o limpiar el sudor de su frente con la bandera nacional. Será cosa infame de estos pastelitos extranjeros. Kyo decide comérselos todos de una tacada para eludir y espantar tan malas y rastreras intenciones. Cualquier excusa es buena para saciar su gula.

Ayumu se presenta ante su amigo cuando éste acaba de proferir un eructo irreverente para con la bandera, los delfines, la gente que transita por la explanada de la plaza. Ayumu le planta un beso en la cara y Kyo se sonroja:

- "Tu cara se ha puesto tan roja que parece el cículo de nuestra bandera nacional. Si sigues comiendo esos bollitos flamencos todos se reirán de mi. Dirán que me paseo por las calles de Osaka con el Hinomaru de la mano. Le diré a Ian que nunca más te venda esos pastelitos" -Ayumu no habla en serio. Se ríe a carcajadas. Se ríe tanto y con tal chorro de voz que Kyo explota en sonoras carcajas. Hasta la bandera ondea en el mástil como si celebrase con sonoras risas la llegada de estos dos delfines.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:)

Gemmayla dijo...

gemmayla correspondió...
:)