27 de octubre de 2008

"El diente de Pedrito" - A mi hijo Héctor -

Al Ratoncito Pérez se le olvidó venir aquella noche. Pedro se despertó a eso de las siete de la mañana, miró debajo de la almohada y el diente seguía ahí. En ese momento su madre abría la puerta. Regresaba de su turno de noche, cansada, cansadísima. Le pesaban las piernas del alma. Su alma buscó las llaves en el bolso y le costó encontrarlas. Le ayudó una mano de su cuerpo, también cansado. Discutieron un rato el cuerpo y el alma, ahí en el rellano de la casa sobre quién se sentía peor. La cosa quedó en tablas. Aunque seguramente era el cuerpo quien lo estuviese más, a decir por cómo arrastraba los zapatos y por la manera en que sujetaba el brazo el bolso cargado de cosas, casi todas inútiles a esa hora trasnochadora, pero con utilitaria finalidad cuando se salía por esa misma puerta con bríos y ganas de afrontar la noche con coraje, con dignidad, ganas de trabajar.
- “Mamá, corre, ven. ¿Por qué no ha venido el Ratoncito Pérez?
- “Caramba, Pedrito, mi vida, no sabía que se te había caído un diente. ¿Cuándo sucedió eso?
- Esta noche, cuando tu te fuiste y me estaba cepillando los dientes.
- ¡Vaya, cielo! ¿Y por qué no me llamaste al móvil me habría encantado saberlo?
- No sé mamá, no se me ocurrió. Pero el Ratoncito Pérez no ha venido.
- Si, cariño, si ha venido. Me he encontrado esta moneda de dos euros en el felpudo de nuestra casa, depositada sobre la letra “v” de “Bienvenido”, como si el Ratoncito Pérez quisiera decirte “Bien. He venido”. ¿La ves?. ¡Mira, la tengo en mi bolso. La guardé pensando que algún vecino la había perdido y me ha hecho mucha ilusión encontrar una moneda porque nunca me encuentro nada. Pero ahora caigo en la cuenta de que no es de ningún vecino. Tampoco es mía. Es tuya, obsequio del Ratoncito Pérez, que habrá escuchado mis pasos y asustado no se ha atrevido a entrar. Entonces, ha decidido que la dejaba en el felpudo. ¡Mira como reluce! No es una moneda como las demás. Este relieve que tiene aquí es un sello distintivo. ¿Ves que está roída? El Ratoncito Pérez con sus dos dientes le hace esa señal para que todos los niños y las niñas del mundo sepan que sus monedas son genuinas.
- Pero, mamá, ¿cómo explicaré ahora a mis amigos que el Ratoncito Pérez no pudo entrar en mi habitación y llegar hasta mi almohada? ¿Por qué no te esperaste?¿Por qué has tenido que venir tan pronto? Tienes que irte otra vez. Esconderte y no venir hasta que el Ratoncito Pérez haya podido hacer su trabajo como lo hace siempre. A ningún niño de mi cole, le ha dejado la moneda en el felpudo. Eso no cuela. Mis amigos no me van a creer.
- ¡Vaya, Pedrito, qué contratiempo! Como estoy tan cansada, cariño, se me ocurre que apagamos la luz, dejo la moneda en el felpudo donde la encontré. Me acuesto en seguida. Tú también te duermes rápido. Seguro que el Ratoncito Pérez regresa, coge la moneda y termina de hacer su trabajo como Dios manda, ¿te parece?
Pedrito asiente con la cabeza, dibujando una amplia sonrisa, que permite a su madre ver ese precioso agujero nacarado que ahora luce engastado en su boquita. Se regalan un beso. El niño se duerme enseguida. Su cuerpecito está rendido de desplegar tanta actividad lúdica durante el día. Su alma, descansada y pletórica de salud. Si aquí hubiese un pulso, ganaba el alma, seguro. La mamá se dirige a su cuarto y se tumba vestida en la cama. Le susurra al oído al padre de Pedrito, “Se te olvidó que tenía que venir el Ratoncito Pérez” El padre exclama, “¡Cielos!¡Por todos los diablos! ¡Es verdad!” La mamá se incorpora. El papá pregunta, “¿A dónde vas?”:

- Ahora regreso. Voy un segundo a abrir la puerta al Ratoncito Pérez que está al venir. Lo sé porque había una moneda depositada en el felpudo de casa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuanta ternura inspira la infancia, Gemmayla, similar a la historia tan preciosa que nos has contado sobre los inteligentes recursos del sabio ratoncito Pérez…

Recuerdo con mucho cariño, las monedas y los regalices rojos (mis favoritos), que dejaba bajo mi almohada a cambio del diente de turno, y la emoción tan grande que sentía al despertarme por la mañana y descubrirlo…

Emociones que he revivido éstos años con sus visitas a mis peques, y fíjate que la historia de Pedrito se asemeja a una que vivimos también en nuestra casa…, menos mal que Pérez, el ratoncito mágico, nunca defrauda ;-)

Besitos para ti y para Héctor!!

Gemmayla dijo...

Uffffffffffff, Diciembre:

No veas que mal rato se pasa cuando el Ratoncito Pérez deja las monedas en los felpudos y no puede entrar en las casas con esas puertas blindadas, acorazadas que le ponen tantos impedimentos y barreras.

Si tienes ocasión visita su casa que está en la Calle Arenal, 12 de Madrid. Es una gozada.

Muchos besos !!!

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