9 de noviembre de 2008

"Existo"

Dile a tu hijo que deje de recoger trocitos de hojas secas como si quisiese acaparar el otoño en esa maldita bolsa de plástico. Dile que deje al otoño estar donde está: hojas marchitas dormitando en el suelo el sueño del invierno.

Y ahora deja de contemplarle como si no hubiese otro ser en el mundo. Levanta la vista. Estoy aqui. Existo. Respiro. No es que me muera por tus huesos. Son los míos que están a punto de quebrar, como la tiza aquella que partíamos en dos en el recreo del colegio y la compartíamos a la hora de pintarrajear corazones flechados en los tronco de los almendros en flor. Aquellos troncos que trepaban hacia las hojas oblongas, las flores blancas, las rosadas para conducirnos irremediablemente hasta las almendras amargas. Las mías, cuando menos siempre lo fueron. Tú decías que no probabas aquellos frutos, amarrada yo a tu cintura, porque los vendían en la tienda de los frutos secos, mejores, limpios, a granel metidos en una bolsa. Siempre has preferido la aventura envasada.

Sé que no tengo aquellos ojos que brillaban con la ilusión del amor florido. Es una cursilada después de tantos años que la mirada destelle ráfagas de pasión contenida. Son más bien mis pupilas - después de todos estos años - como dos agujeros negros del declive, por cuya barandilla te podrías deslizar hasta encontrarte conmigo en el rellano del desamparo. Ahí se instaló mi espíritu hace ya bastante tiempo. Mi alma se aventuró dos pisos más abajo y tal vez si te dignases a hacer ese esfuerzo por mí, pudieras toparte con ella en el sótano de tu soledad y la mía, que juntas suman todo el peso intolerable de la nuestra. Te adivino, sí, tan solo como lo estoy yo. Los celos se disiparon, porque además de estorbar, descubrí pronto que eran injustificados. Tú y yo navegando solos en la embarcación del desamor hacia una deriva de anhelos perdidos.

Creo que tus labios sellados se muestran incapaces de pronunciar mi nombre. Temes tal vez que te diga, cansina, aquellos "te quiero, te quiero,.." que se fueron enhebrando hasta el colmo de un hartazgo ahíto. ¡Qué empacho el tuyo de oírmelo decir! ¡Harta de que no me lo hayas dicho nunca, quizá es que nadie te enseñó los cómo, los porqués de estos artículos de primera necesidad que debieran surtir cualquier despensa familiar! Un tarro de "Tequiero" ASI DE GRANDE mi madre siempre lo tuvo cerca, para rescatarnos sin precisar tiritas, de cualquier herida. Tú a nuestros hijos les pegas cuatro gritos, les das una azotaina y vamos todos servidos.
Me distancio en esos momentos, me mantengo ahí al margen, no sea que me lluevan dos bofetadas. ¡Ya pudieran ser dos besos! Te costaría el mismo empeño, me parece.

Aqui estoy, siempre junto a ti, a tu lado, para lo bueno, para lo malo. Esperando que despiertes. Me pareces como un mineral dormido, una piedra fría que alguien o algo en un momento dado puede arrojar al cauce de un río. A veces me contemplo como la portadora de esa mano que toma esa piedra y la acaricia. Hay un tacto metálico, pero también quiero ver al pedernal en cualquier inopinado momento dando chispas herido por el eslabón de hierro acerado. Es entonces cuando las bofetadas te las daría yo o los besos o no sé. En esos casos se nos desata una pasión desbocada, desesperada. No es amor. Es más bien como un odio que pretende hacer añicos nuestra historia personal para comenzar de nuevo. Una nueva oportunidad de que todo arranque desde aquel almendro en flor por cuyo tronco trepábamos con las tizas rotas en una mano y pintábamos corazones flechados "Antonio ama a María. María también te ama".

Dile a tu hijo que deje de recoger trocitos de hojas secas como si quisiese acaparar el otoño en esa maldita bolsa de plástico. Dile que deje al otoño estar donde está: hojas marchitas dormitando en el suelo el sueño del invierno.

Estoy aqui. Existo. Respiro. Te amo. Siempre. No me hagas preguntas torpes. Te amo. Ámame tú de una puñetera vez.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Guauu!, Gemmayla, hay que ver que forma tan hermosísima y a la vez demoledora que tienes de describir ésta metáfora del otoño de una relación de pareja. No me había parado a pensarlo, pero cierto es que las relaciones de pareja pueden ser, ó son, cómo las estaciones del año. Unas se instalan en ése otoño para siempre, otras, irremediablemente terminan en invierno, pero quiero creer que también hay muchísimas que reinventan si nó su añorada primavera, tal vez un nuevo verano…

Dejando a un lado las metáforas, estarás de acuerdo en lo preciosos que están los árboles en ésta época, con ése manto multicolor que ofrecen nuestros bosques y parques, es una gozada pasear entre ellos éstos días y aprovechar para inmortalizarlos...


Yo te envío un tarro ENORME de besos y abrazos!

PD.: Algo me dice que en tu despensa guardas tarros de cosas muy hermosas ;-)

Gemmayla dijo...

Hola Diciembre:

Creo que hay personas que no saben amar. O no lo aprendieron de chicos o carecen de esa sensibilidad. Sin amor la vida en pareja se hace insoportable. Conozco muchas parejas así. No dan el paso del divorcio por diversos motivos, pero en más de una ocasión es porque una de las partes sigue enamorada y ama. Creo que estas personas lo pasan francamente mal. El desamor es tan nefasto como el odio.
Pero, Diciembre, hablemos del esplendoroso otoño al que asistimos. Ayer lució fantástico en Madrid. Una gozada !!!

Samuakitísimo !!!

Raquel dijo...

El desamor es peor que resignarse; y lo has sabido mostrar muy bien. Me ha gustado mucho por todas las emociones que hay en el texto.

Saludos.

Anónimo dijo...

Raquel, muchas gracias, preciosa.

POR FAVOR, FIRMA Y DIFUNDE... SUMA TU NOMBRE....RUEGO ENCARECIDO A BIDEN, 🙏🙏🙏...

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