10 de marzo de 2017

El crimen de Ciutat Vella

Comisaría de Policía Ciutat Vella-El Raval en Bacelona (Carrer nou de la Rambla, 76-78) Sentados en una oficina se encuentran el Subinspector Fàbregas y un híbrido de humano y extraterrestre reptiliano llamado Peval. El Subinspector le está tomando declaración al teclado de un ordenador. Están sentados uno frente al otro. Peval mastica gominolas sin parar: ─Veamos. Me decía Sr. Peval que en el momento de su detención usted se encontraba en el Bar Carme cenando y refiere que hay testigos que pueden acreditar que así era. ─Exacto. La dueña del bar, la propia Carme, me conoce desde hace muchos años. Sus clientes habituales también. Puede preguntar a todos. Le darán excelentes referencias de mí. En ese momento entra un agente de policía que exclama: −¡Collons! ¿A qué demonios huele aquí? ─No sé. Es como un intenso olor a serpiente disecada. Por favor, abre la ventana, mientras le sigo tomando declaración al detenido. −Les aseguro que como cada día me he duchado esta mañana─se disculpa Peval con una sonrisa sardónica y extraña. −Hay quienes se duchan en el estanque del Zoo del Parque de la Ciudadela y desayunan un delfín podría decirse. ¡Joder, qué pestazo!─replica el agente. −Pronto terminamos. Tengo el estómago tan revuelto que no sé cómo diablos pueden tener a este señor como cliente todos los días en el Bar Carme. ─Será porque ese antro y tugurio de mala muerte hace siglos que es una pesadilla y les urge que el tipo ése cocinero que arregla entuertos se pase algún día por allí a dinamitarlo−responde el agente. ─¡Chicote!−exclama Peval─ Me encanta. En el Bar Carme muchas veces lo vemos mientras cenamos y Carme siempre nos dice que debiera solicitarle una entrevista. ─Bien, menos monsergas y prosigamos−protesta el Subinspector ─Peval, ¿conocía a la víctima? −Sólo de verla por el barrio. Sacaba a su perro a pasear y alguna vez la saludé cortésmente porque yo soy todo un caballero. Era una señora más o menos de mi edad. No era mi tipo ni mucho menos. A mí me gustan más bajitas y rellenas y esta señora era muy alta y delgada. Siempre lucía muy elegante y su perro es un Beagle tricolor precioso que espero que esté bien. ─Bien, bien, lo que se dice bien…. Ha terminado en la perrera municipal a la espera de que alguien se haga cargo ya que la señora no tiene familia. −¡Vaya, cuánto lo siento! Entonces como yo, que no tengo a nadie en esta vida. Mi abuela que me crió, falleció hace un par de años y no tengo a nadie más en la vida. ─Veo que tienen ustedes bastantes cosas en común por lo que cuenta. −Sucede con frecuencia entre las personas de una misma edad o generación ─arguyó Peval ingenuamente. −Hombre, tanto como la misma edad. Ella tenía cincuenta y seis y usted tiene sesenta y seis. Usted parece mucho más joven. Será por la serpiente o el delfín que debe usted desayunar cada día en ese bar de mala muerte donde le quieren tanto ─inquirió Fàbregas perdiendo claramente la paciencia. ─Si quiere saber si hay afinidad generacional entre las personas, sólo tiene que mirar sus respectivas mesillas de noche─ dijo Peval casi en un susurro, como reflexionado en voz alta. ─Con estas filosofías baratas de tres al cuarto no avanzamos nada, Peval ¿A cuento de qué viene esta historia de las mesillas de noche?─Fàbregas sudaba y casi sentía naúseas por el insoportable hedor que reinaba en su despacho pesa a encontrarse una ventana abierta. ─Mire, Sr. Subinspector, en mi mesilla de noche, antes de acostarme, dejo siempre mi teléfono móvil junto al libro que estoy leyendo, un ebook y una biblia que me obsequió mi abuela que en paz descanse. ─ ¿Y qué libro está leyendo?...¿Y esta manifestación suya qué tiene que ver con el caso que nos ocupa o qué nueva pista aporta si puede saberse?─ Fàbregas sudaba copiosamente y se arremangó la camiseta policial dejando a la vista un fabuloso Rólex. ─Estoy leyendo Franny y Zooey de J. D. Salinger y tiene mucho que ver. He leído mucha novela negra y defiendo la tesis de que la mesilla de noche de una supuesta víctima guarda objetos o efectos personales similares a los del asesino. Visite mi casa. No necesita orden de registro. Inspeccione mi mesilla de noche y luego haga lo mismo con la mesilla de la señora que cada mañana paseaba con su perrito. ─Con todo el respeto. Me parece una estupidez. Veamos. Esto no avanza. Lo vamos a dejar aquí. Ya sabe. No salga mucho de la ciudad porque en cualquier momento le podemos llamar a declarar. No soporto ya más este olor mortificante. Dos semanas después, Fàbregas desesperado por el caso, regresó al domicilio de la víctima, la Señora Mercè Rovira. Desprecintó la puerta con sus manos enfundadas en guantes de látex. Le mataba la curiosidad. Fue directo al dormitorio de la finada. Se quedó petripicado a la puerta del dormitorio. Sobre la mesilla de noche descansaban Franny y Zooey de J. D. Salinger, un ebook y un ejemplar muy usado de una Biblia bilingüe en castellano y catalán. Fàbregas llamó de inmediato a la comisaría para ordenar que varios patrullas se dirigiesen al Bar Carme y al domicilio de Pavel, pero parecía que se lo había tragado la tierra. Los agentes tuvieron que entrar en el pequeño estudio del híbrido de mujer terráquea y extraterrestre reptiliano protegidos con máscaras. No había nadie. En el estudio amueblado todo parecía estar intacto, incluyendo Franny y Zooey de J. D. Salinger,un ebbok, la Biblia y un móvil sin agenda ni datos. Ni rastro de Pavel.

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