En el caserón situado en el corazón del bosque de Buçaco, el ulular del buho, apodado Bubo Bobo por los niños, rubricaba la hora precisa en que los peques debían irse a la cama. En especial, en época de cortejo, cuando Bubo Bobo cavaba un pequeño hoyo en la tierra húmeda y gemía úú-oo esperando el regreso de su amada la Buba Boba; los niños sabían que era la hora de apagar las luces y cesar las risas, chanzas y juegos en la buhardilla de la masía. El flamante gallo de la finca, apodado Galo Gago por la chiquillada, despertaba cada amanecer al padre de familia. También a la madre y a los abuelos. "Kikirikiiiiiii, KiKIRIkiiiiii" Cantaba con aquella nota disonante involuntaria, que en cualquier escolanía sería tildada de nota falsa y chillona, merecedora de expulsión por desafinada y chirriante. Un buen día o malo - según el prisma con el que se quiera mirar - un ogro llamado Cambio Climático arribó a los bosques pisando sin piedad con su bota derecha Calentamiento Global y su o
Comentarios
Tristes tus palabras hoy, querida amiga Xelas.También es muy indicativo de la calidad de una persona con la que has compartido mucho más que una amistad, y siempre te procupaste por el bienestar de su familia, y sabiendo que un hijo mío vive en el lugar del atentado, ni siquiera pregunta si le ha pasado algo. No es nuestro caso Xelas, pues ambos tenemos familia en aquella tierra, y estábamos inmersos en nuestra propia preocupación. Así que habrá que convenir que, como tú señalas en esta entrada, hay gente que sólo aporta toxinas a la vida de los demás, porque carece de algo humano que aportar.
Un beso, querida amiga Xelas. Que se te pasen la tristeza y la decepción cuanto antes. Hay gente que no es digna de la tristeza que causa. En cuanto a mí, estoy aliviado de que no se haya producido un drama familiar en las Remblas; lo demás ya contaba con ello. Nada nuevo.