2 de diciembre de 2017

Dedicado a Friedrich Nietzsche.....y a la historiadora Bettany Hughes de Genius of the Modern World de Netflix


“Es un invierno duro. Carezco de estufa. Mi habitación es mezquina, pobre, fría. En el rincón un cofre de madera que alberga toda mi fortuna: dos camisas, un traje, mis libros y manuscritos. He engullido tal cantidad de potingues para combatir mis dolores de cabeza que he amanecido un poco más viejo y bastante más clarividente. Será efecto del cloral y veronal que engullí anoche para paliar mi terrible insomnio. Drogas y venenos son mis amistades más sinceras en este aposento de hotel de Los Alpes. Si me arrojase al Liguria, nadie me extrañaría. Tal vez mi capa y mi bufanda tan grandes e inseparables como si fuesen mi segunda piel. Tal vez el humo frío de esta chimenea que se niega a darme una brizna de calor. Luego están mis lentes gruesas, que son esas muletas redondas para mis ojos que ven más allá del bien y del mal. Odio la nieve, la lluvia que me retienen prisionero y enclaustrado en esta maldita habitación de una infame pensión. Mis largas caminatas deberán aguardar. Mi soledad se impacienta. La vela de la lámpara es más pertinaz que mi solitaria estampa. Tiene tan pocos amigos como yo, que no tengo ninguno. Los pastelitos y el té pronto se enfrían y siento mi paladar gélido como una cueva de estalactitas y extrañamente dulce. Tomo cloral de nuevo y adelanto la noche oscura de mi alma con la esperanza de dormir cinco minutos más esta noche. No podré ir a Túnez con Gersdorlf. La guerra me es tan ingrata como la mediocridad reinante. Iré con Peter Gasf a la estación termal de Recoaro, cerquita de Vicenza. Me hará bien. ¡Oh, bendita primavera de 1881 que me haces resucitar cual Ave Fénix. Es la Música el bálsamo que obra este milagro y siento a Zaratustra como un diminuto hijo dentro de mi a punto de nacer. Pero he de aguardar el verano porque los Hijos del Hombre siempre nacen en la estación más cálida y luminosa. El Lago de Silvaplana y aquella pirámide de roca y granito no lejos de Burlei, me hacen detenerme en seco para escuchar la voz de mi guía interior que ha salido de mi espíritu para musitarme el arrullo de un nuevo canto, de una nueva oda:  Aprende de tus errores fundamentales. Asimila tus pasiones. Que el saber impregne cada átomo y célula de tu ser. Soy inocente. Soy un experimento. Todo regresa en un eterno retorno infinito, cadencioso. La felicidad como maestra tanto como mi soledad. Aquí a 6000 pies sobre el nivel del mar me siento como un ser que ha crecido y se ha superado a sí mismo. Soy un “elefante hembra” y preciso dieciocho meses para parir. No me bastan los nueve meses humanos. En Sils María mi trompa de elefante se agita como un clamor y gemir de mil parturientas. Pero aún no estoy preparado para el alumbramiento. Antes Génova, Mesina, Roma y Lou Andreas von Salomé que dos veces me negó y rechazó como Pedro negó a Jesús en tres ocasiones. En Tautenburgo ella se apiadó de mí e intentamos un simulacro de convivencia, pero ella no me amaba y yo la amaba demasiado. Así que quiso el destino que Zaratustra naciese en invierno, un veintitrés de noviembre entre Chiavari y el promontorio de Portofino en Rapalle. Fue un hijo parido de noche. Surgió del agitado oleaje como una fuerza arrolladora de la naturaleza, como un Neptuno tridente. Los pinos, el mar al fondo, el largo sendero que rodea la bahía de Santa Margherita hacia el Sur, que una vez hollaron los imperiales pies de Federico III, fueron la matrona que asistió al gran parto. Así fue. Así nació Zaratustra. En los primeros diez días de 1883, todo fluyó con una velocidad de vértigo, con sabor a mar, mediodía, atemporal, sin relojes, sin día ni noche. Richard Wagner moría en Venecia cuando yo concluía la parte final. He escrito esta obra en estado de éxtasis y en éxtasi la entrego a mis lectores presentes y futuros. Y anhelo el éxtasis en ellos al leerla y en sus vidas después. Hagan un buen uso de su lectura. Nunca debí confiarla a mi pérfida hermana Elizabeth que me convirtió en mis últimos años de locura en un animal de feria y entregó mi insigne obra y mis lúcidos manuscritos a un psicópata genocida y a sus secuaces. De poder evitarlo habría hecho algo, pero no pude por estar perdido en un bosque tenebroso de enajenación mental y delirio extremo. Yo ya no era un hombre al final de mis días. Yo ya no era Zaratustra. Yo ya no era el superhombre que siempre me esforcé por llegar a ser, el que se supera a sí mismo, el que anima a que los demás también lo intenten. Yo era un ser indefenso en manos de una perversa mujer. Espero que la Historia lo entienda y me exonere de toda culpa y responsabilidad.”https://www.netflix.com/es/title/80186252






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