17 de julio de 2010

"London River" de Rachid Bouchareb....Ad memoriam SOTIGUI KOUYATÉ





9/11, 3/11, 7/7..cifras, cifras...cifras de muertos, de heridos gravemente, de desaparecidos. ¿Y las bajas en la Guerra de Iraq? Alcanzan una cifra inefable.

No podemos ni debemos vivir en compartimentos estancos. En épocas de crisis, como la actual, clausuramos puertas y escotillas, nos aislamos entre las cuatro paredes estrechas de nuestros prejuicios. La xenofobia, el clasismo, todas las actitudes discriminadoras se recrudecen como una epidemia vírica, una peste social silenciosa y latente.

"London River" de Rachid Bouchared va más allá de los funestos atentados de Londres del 7/7 de 2005. No sólo nos hace rememorar los otros trágicos e infaustos atentados neyorquinos y madrileños; la terrorífica y espantosa guerra de Iraq; y por extensión todas las guerras y violencias que en el mundo han sido, son y lamentablemente serán. Nos lleva al centro neurálgico de nuestras propias emociones, de nuestro corazón. Da en la precisa diana de nuestros propios prejuicios, miserias, bajezas, de nuestra mezquina y abyecta condición de seres humanos, que soportamos el peso de nuestras emociones negativas, nuestros odios, rencores, resentimientos, celos, envidias...con estupor entre impasible, indiferente y compungido, atribulado. Somos seres paradójicos capaces de lo mejor y también de lo peor. Cada día caigo más en la cuenta de que Aristóteles y Horacio estaban en lo cierto, "Virtus est medium vitiorum utrimque reductum". Cada vez que no entendemos que la medida de todas las cosas no debe sobrepasar las dimensiones humanas, corremos el riesgo de caer en los mayores excesos y las peores vilezas.

Las diferencias nos asustan de entrada a los humanos. Despiertan en nosotros desconfianza, recelo, miedo. El encuentro entre "Ousmane" (SOTIGUI KOUYATÉ) y "Elisabeth" (BRENDA BLETHYN) no sólo es el encuentro entre diferentes nacionalidades, religiones, universos, es ante todo la constatación terenciana de que "nada de lo humano me es ajeno". Es posible el entendimiento y la amistad entre personas de diferentes culturas, esferas sociales, religiosas o culturales. Es tan posible el amor entre dos personas de razas distintas como entre dos seres de extracción social diferente. Conozco un matrimonio gay entre dos hombres,uno militante del PSOE y otro del P.P.Se aman. Conozco a dos amigas, una es musulmana, la otra católica. Son amigas del alma desde su más tierna infancia. Conozco a dos amigos, uno es del Real Madrid y otro forofo del Barça. No he visto amistad más sincera y entregada. Pero siempre, siempre, siembran habladurías a su paso. Las mismas habladurías y maledicencias que he soportado yo a lo largo de la vida cuando he querido defender mi derecho a conocer a personas diferentes, situaciones distintas a las convencionales, experiencias nuevas y estimulantes. Afloran entonces todas las envidias, el deporte nacional del baldón, el oprobio y el vituperio, que en nada se parecen a la inofensiva petanca. Pero lo peor de todo, es descubrir que ese miserable dedo acusador, la señal de la estocada nos la hacemos nosotros mismos en la diana de nuestra conciencia. Eso es sin duda lo peor. Lo peor es descubrir que el enemigo habita y lo llevamos dentro.

"London River" me hace recapacitar todas estás cosas archisabidas y tópicas. ¡Ya va siendo hora de que nos apliquemos al cuento!




2 comentarios:

Durrell dijo...

Tienes mucha razón, Gemma. Siempre hay algo, por cualquier causa, que se convierte en una excusa más para que se acentue la marginación y la violencia. Siempre sobre los mismos. También entre nosotros. Es lo más fácil, es innato y parece que tantos años de lucha pacifista y de desarrollo no han servido para que los humanos seamos mejores. Damos diez pasos para adelante y cien para detrás.

Me apunto el nombre de la película, gracias por la recomendación.

Besos ;)

Gemmayla dijo...

Muchos besos para ti, Durell y muy feliz verano.

Si no hay trabajo de introspección sobre uno mismo y las propias emociones, poco avanzaremos.

Más besos