5 de julio de 2007

"David en la habitación cerrada"

Publicado: Sab, 21 Oct 2006 9:28 pm Asunto: David en la habitación cerrada.

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David se propuso participar en un club de lectura virtual. Alguien sugirió "La habitación cerrada" de Paul Auster, una novela cortita, de ciento cuarenta páginas, muy fácil de leer.

Para David eso no era nada, acostumbrado como estaba a leer tochos de quinientas páginas. Compró la novela de Auster en una librería pequeña del barrio. El librero se la vendió con recelo, como queriendo evitar desprenderse de ella. "Es el último ejemplar que me queda" dijo mientras se la entregaba envuelta en un extraño papel de estraza que David nunca había visto. Pensó que aquel hombre de aspecto enjuto que le parecía algo huraño y misántropo, le había envuelto el libro como si se tratase de cien gramos de embutido, pero cambió de parecer cuando se lo sirvió porque forcejeó un poco con él como no queriéndoselo entregar, como quien se desprende de algo muy valioso. Entonces David pensó que tal vez los joyeros envolvían los diamantes y las joyas en aquel extraño papel cuando lo servían, pero eso él no lo podría nunca averiguar porque jamás había entrado en una joyería y tampoco tenía intención de frecuentarlas, a no ser que de una vez por todas conociese a la mujer que tenía en mente, la mujer de sus sueños que no era otra que Isabel, la vecina del quinto. David se sorprendió al descubrir que cualquier acto de su vida cotidiana, el más nimio e insignificante le llevaban siempre a pensar en ella. Pensó que tal vez esta novela corta que ahora se proponía leer y estudiar para participar en el club de lectura virtual, le daría algunas claves para descifrar el enigma de su propia vida tan enlazada con la de Isabel, en sueños desde luego, pero enlazada y trabada hasta las últimas consecuencias.

David se dirigió a su cafetería habitual, esa en la que le permitían tomar un café y pasar largas horas leyendo o escribiendo sin que los camareros le amonestasen o le importunasen. Siempre se sentaba en aquella mesa del rincón con vistas a la calle menos transitada, más tranquila y silenciosa del barrio. Lo era porque David vivía en ella, justo tres pisos por encima de la cafetería y uno por debajo de Isabel. David adoraba el silencio, la discreción y tener por encima el motivo de sus sueños -los sueños siempre habitan las alturas ya se sabe - y por debajo uno de sus sueños realizados y realizables, contar con horas suficientes al día para la lectura y la escritura, para tomar un café tan largo y dilatado como su afortunada vida de intelectual y bohemio. David se podía permitir vivir de las rentas de una modesta herencia parental bien administrada por sus sensatas manos y su frugal calidad de existencia exenta de caprichos materiales.

La lectura reposada del libro le llevó unas tres horas. En la cafetería alguien se quejó del humo de tabaco en un espacio supuestamente sin humos. Pero no era humo de tabaco lo que se respiraba allí sino aquel raro tufillo que dejan los pensamientos profundos, reflexivos y el estudio concienzudo. David no se limitaba a leer "La habitación cerrada" como un mero expectador pasivo, sino que se metía en la piel de Paul Auster, del narrador, de Fanshawe -ese tipo extraño que desaparece de manera extraña -, de Sophie..Por ponerse en la piel hasta las últimas consecuencias, decide también asumir el papel de la traductora Maribel de Juan. ¡Qué labor callada e ingrata la del traductor! David se sabe de memoria una larga lista de traductores, pero esta costumbre seguramente sólo la cultiva él, que es un apasionado, un obsesivo de la literatura y sus aledaños.

David sale de la cafetería sabiendo, alimentando la certeza de que hoy por fin conocerá a Isabel. Lo sabe porque Paul Auster se lo ha dicho. Se lo ha cuchicheado encontrándose ambos a solas y casi en penumbra en aquella "habitación cerrada". David ha esperado cinco largos años para decidirse. Paul Auster se ha encargado de darle el empujoncito que le hacía falta para dar el gran paso, subir las escaleras hasta el quinto piso, llamar al timbre y decir las palabras mágicas, "Hola, soy tu vecino de abajo y vengo a pedirte un poco de azúcar y un brick de leche si tienes. Prometo devolvértelo cuanto antes. Es que a estas horas hasta la tienda del chino está cerrada."

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